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El alargador por Javier G Ferrari
Leo en LA RAZÓN que un paisano de Pontevedra compró por internet un presunto alargador de pene y, a los pocos días, recibió en su casa el ansiado paquete, dicho sea sin segundas. Al abrirlo, en lugar de hallar el artilugio destinado a hacerle recuperar su autoestima, se encontró con una lupa. Indignado se dirigió a una comisaría para denunciar lo que él consideraba un fraude pero, seguramente a causa de la inevitable rechifla de los agentes, decidió no tramitarla. Al fin y al cabo una lupa no es otra cosa que una lente de aumento que termina por crear una ilusión y lo del alargador tiene toda la pinta de ser algo ilusorio que no modifica la realidad sino que la camufla. Otro señor, curiosamente también de Pontevedra, se ha encontrado que algo que le habían asegurado que media seis, en realidad medía ocho. Este segundo señor lo que pidió desde el primer momento fue la lupa porque, a diferencia del primero, no tenía ninguna fe en los anuncios de productos milagro que con tanta insistencia se nos han vendido a los ciudadanos de este país nuestro en los últimos ocho años y, especialmente, en los últimos cuatro. Al aplicar la lupa, no para hacerse ilusiones sino para toparse con la realidad y afrontarla con todas sus consecuencias, a casi todos los españoles lo que nos ha ocurrido es que se nos ha encogido (que es lo contrario de alargar) el alma primero, y el bolsillo después. Y encima tenemos que aguantar que los responsables del cambiazo hagan vídeos y los cuelguen en la red para justificarse y, de paso, seguir tomándonos el pelo queriendo cargarle la culpa de ese alargamiento de la deuda a quienes llegaron a los despachos del despilfarro hace poco más de medio año, cuando sus antecesores ya se habían pulido, cuando no esnifado, todo lo que había en el cajón del pan. La pregunta ahora es si el 25 de marzo, en Andalucía, van a decidirse por el alargamiento artificial o por plantarle cara a la realidad.
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