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Verona romántica empedernida

El escenario lírico más impresionante del planeta, la Arena, se rindió a una emocionada «Traviata» en la que la soprano Ermonela Jaho brilló. Este drama intimista se une a otros cinco títulos, uno más del cartel habitual que ofrece la Arena

Verona, romántica empedernida
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Trabaja con una minuciosidad sorprendente. Dibuja decorados y después los levanta en pequeñas maquetas dignas de figurar en una exposición. Hugo de Ana, regista, escenógrafo y artista, sobre todo, ha abierto el fuego de Verona. Conoce muy bien el coliseo, pero siempre que se enfrenta a ese imponente espacio, con capacidad para 16.000 personas, contiene el aliento. «La Arena es brutal», lanza como un directo para que no haya dudas. Y lo fue la noche del viernes, cuando, cifra récord, abarrotaron las gradas 13.000 asistentes, con Giorgio Napolitano, el presidente italiano, a la cabeza. Atrás quedaron los sufrimientos por no haber ensayado lo que se tenía previsto (y que la lluvia impidió). Sin embargo, una luna llena al comienzo del tercer acto embelleció aún más la escena.

El festival lírico de la Arena de Verona (cuyas representaciones se prolongan hasta el 3 de septiembre), a punto de convertirse en centenario (le faltan sólo dos años) ha echado a andar con un título poco frecuente en el programa, «La Traviata», que es, además, nueva producción. ¿Vira hacia el romanticismo el encuentro? La respuesta es afirmativa, sin miedo a equivocarnos, ya que la apertura lo es, pero, además, otros dos de los seis títulos que conforman el «cartellone» (desde este año serán ya media docena y no cinco los que lo compongan: «El barbero de Sevilla», «Nabucco», «Romeo y Julieta», «Aída» y «La Bohème») beben de la misma fuente. «Romeo y Julieta», una producción que no se veía en estas gradas desde 1975, que aspira a formar parte de los montajes fijos del verano. Lo mismo sucede con «La Bohéme», otro de los grandes dramas operístico del maestro Puccini.

De Ana da las puntadas con hilo fino. «Sé que no es fácil trabajar conmigo, pero es necesario que todo salga bien. El esfuerzo, de lo contrario, no merece la pena». Y se le nota satisfecho. Sabe que para que el espectador pueda ver y vivir la acción, las dimensiones se tienen que multiplicar por cien. En la Arena el tamaño sí importa: «Circunscribir el espacio para que puedas ver la acción dramática es lo que interesa destacar. Quien está sentado en la grada no aprecia el detalle, que tiene que estar, aunque el ojo no llegue a verlo. Las distancias son imponentes. ‘‘La Traviata'' es una ópera intimista y ésa es la sensación que vamos a transmitir». De Ana se ha valido de marcos de lienzos, inmensos, tanto que parecen colosales al lado de los cantantes, y de unas hojas de papel escritas que multiplican por diez el tamaño de los cantantes.

Sentimientos XXL
«Este título no se ha representado demasiadas veces aquí, pero es tan popular. Cada cierto tiempo vuelve, aunque no es de repertorio. Con la inclusión de esta obra verdiana se ha tratado de ampliar un poquito el concepto y las obras que aquí se ven. El intimismo de las vidas de Violeta y Alfredo contrasta con la ampulosidad de una ‘‘Aida'' o un ‘‘Nabucco'', que son títulos casi fijos. No es tarea sencilla que el espectador perciba unos sentimientos tan sutiles. A quien está enfrente tenemos que hacerle llegar las intenciones dramáticas y psicológicas de los personajes, para lo que es necesario conseguir una simbiosis entre público y escenario. Y nos resulta doblemente difícil y costoso por la lejanía física de este increíble patio de butacas de piedra. ¿Cuál es el punto medio para situar la acción?».

De Ana de responde con unos elementos escénicos de enorme tamaño, «pero sin recargar. He jugado con la idea del recuerdo, del pasado y del presente. Es un título lleno de matices y la segunda vez que lo monto», comenta. La primera, el año pasado en Eslovenia: «Como era un sitio pequeño, pensé: ‘‘Bueno, ¿para qué arriesgarme? Además, si me sale mal no me va a ver casi nadie..''. Y fíjate ahora, en Verona, con la cantidad de ojos que voy a tener puestos sobre mí», explica. La idea de marcos y folios revueltos por el escenario le surgió un día mientras visitaba un mueso en Trieste, el Revoltella: «Me paré delante de la obra de Eugenio Scomparini, un pintor de mediados del siglo XIX, y lo tomé como inspiración. Sus verdes, grises y azules me hicieron ver la cara de la muerte», señala.

No ha querido sacar a su delicada y firme Violeta Valery de época: «Deseaba una ambientación acorde con 1880. Parto de que es ese año cuando Dumas hijo le hace llegar una carta a escrita a Sarah Berhardt de Maria Duplesi. Él había perdido toda relación y en una tienda donde se venden autógrafos y cartas manuscritas lo compra y se lo envía. Mi intención ha sido explorar ese mundo de crítica social que hay detrás de ‘‘Traviata'' y por eso no quería cambiarla de época. El público necesita sentirse seguro de lo que está viendo», señala De Ana, para segundos después añadir: «Y tranquilo. Lo que no se puede es entrar en escena agrediendo desde el minuto uno», opina quien, para Zefirelli, es el único «regista» que puede hablar de igual a igual a la Arena. «Desafíos como éste motivan mi imaginación», asegura. Junto con «La Traviata», (24 de junio; 2,12, 16, 21 y 28 de julio; 4 y 11 de agosto) dirigida por el maestro Rizzi, presentará su aplaudio «Barbero de Sevilla», que presentó hace un par de años y con el que regresó cargado de premios.

El futuro de Ermonela
Ha abierto el festival como Violetta y cantará en 3 de las 9 funciones de «La traviata». Es una soprano joven que ha cantado en el Met, Berlín, Mónaco y Londres, y cuyo agente es Ernesto Palacio, el otro «padre» de Flórez. «Posee una voz maravillosa y un físico perfecto». Y así lo demostró en la «prima». De Ana ha optado este año por dar a voces menos conocidas mayor protagonismo.

Bregenz, el festival que se moja
Se celebra cada verano sobre el escenario lacustre más grande de Europa, el del Lago de Constanza, en Suiza. La ciudad de Bregenz, con más de 25.000 habitantes, incrementa notablemente el número de visitantes durante el estío. Lo impresionante de sus escenografías han hecho de este encuentro artístico, que al igual que el de Verona se caracteriza por la majestuosidad de sus decorados, cita cultural del verano en Europa. Además de música clásica la ciudad acoge conciertos y representaciones teatrales. El Festival fue fundado en 1946 y su actual director artístico (desde 2003) es David Putney. La estrella de este verano es «Andrea Chenier», con un imponente montaje inspirado en el retrato que de Marat pintó Jacques Louis David y que contará en el foso con James Levine y con las voces de Domingo y Renata Scotto.