Ucrania
Paso olímpicamente por Pedro Narváez
Desde hoy el chonichándal es la imagen de España. Cuando nos vean desde el más ignoto rincón del mundo nos asemejarán a cualquiera de esas ex repúblicas soviéticas que suelen ganar Eurovisión. España no es Uganda, pero tampoco es Ucrania. Ojalá los deportistas obren el milagro de volver transparente la indumentaria. El público gritaría, esta vez con razón, que los emperadores van desnudos, que es al cabo como se encuentra el país, un verano en pelotas. No tapar vergüenzas es asumir de alguna manera que no se tienen. Vamos pues por la playa naturista de julio sin asumir que la teta se ha secado y no hay testículos para reconocerlo. Un país unido por el chonichándal es un polígono a punto de ser un solar, un territorio en descomposición estética. La canción decía mira a toda esa gente solitaria, y yo añado desnortada, zombi, dispuesta a creerse al primer predicador que pise estas tierras. Amor. Odio. Una palabra en cada mano, antes de asumir su propia culpa. ¿Por qué no hacemos un examen de conciencia individual para comprender qué nos está pasando en lugar de esperar a que nos llamen a una comisión parlamentaria? No, es mejor ponerse el chonichándal y bostezar frente al televisor. Salgamos pues a lavar nuestro honor perdido, si aún abulta la vergüenza, a protestar por el uniforme. Como dicen los esvásticos del 15 m, no nos representan. Sólo entonces nos unirá la fluctuación de la prima de riesgo, cuando no haya dudas. Por el momento, y ya que confío bien poco en que este llamamiento tenga éxito, paso olímpicamente. Allá ustedes.
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