Grupos
Vagos no
Los españoles no somos vagos. Me sobresaltan las jornadas laborales de los taxistas –trece, quince, diecisiete horas–; el pluriempleo infinito de las asistentas o las horas extras de tanta gente. Es verdad que en las empresas hay vicios, entre ellos el «presentismo». Se prefieren empleados con jornadas eternas –aunque paren hasta para regar las plantas– a trabajadores eficaces con menor estancia. Pero es imposible que los tiempos muertos (charlas en el baño, sesiones de tabaco, sobremesas) no sean compensados por tantas y tantas horas de trabajo. Se dice: «El español planifica mal». Quizá, pero improvisa mejor. Se dice: «El español no tiene cultura del trabajo». Bueno, pero se conforma con menores sueldos que en Europa. Se dice: «El español es más chapucero». Bueno, pero es versátil. Cada defecto de origen es compensado por una virtud. Entonces ¿cuál es el secreto para que un centroeuropeo produzca más? En buena medida, la organización. Hay algunos extremos de la nuestra que parecen una constante desde tiempos de Larra y que lastran mucho la eficacia. Estoy pensando, por supuesto, en el «vuelva usted mañana» de las ventanillas, pero también en las resmas de documentos que se exigen para todo y, en general, el mal diseño del funcionamiento de las instituciones y empresas. Prueba de lo que decía al comienzo (que el español es trabajador y eficaz) lo tenemos en la emigración. Los españoles han sido «máquinas» en el extranjero. Si las personas no variaban y el horario era menor, ¿qué cambiaba fuera? La organización. Adaptados a otro mecanismo, ojo, los españoles producían más que nadie.
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