Poesía

Valdés muere la vieja dama de la escena

La intérprete, una de las primeras actrices de nuestro país, falleció el sábado

Valdés en «Carta de amor», de Fernando Arrabal, su gran papel
Valdés en «Carta de amor», de Fernando Arrabal, su gran papellarazon

Vivió María Jesús Valdés una juventud dorada y al menos dos renacimientos en las tablas. El primero, cuando regresó a la escena en 1991, de la mano de Juan Carlos Pérez de la Fuente, después de más de tres décadas dedicada a la vida en familia. La segunda, cuando diez años más tarde, el mismo director nos recordó que seguía existiendo una gran actriz a la que merecía la pena darle papeles y contó con ella para protagonizar «La visita de la vieja dama» y «Carta de amor (como un suplicio chino)». El sábado, el telón cayó de forma definitiva para María Jesús Valdés, en su casa de Madrid, con 84 años. Había nacido en la capital en 1927 y estudió interpretación con Carmen Seco y Ricardo Calvo. El TEU, ese hervidero de talento que tanto dio a nuestro teatro, la vio debutar en 1944. Tenía 17 años y tuvo que vencer las reticencias de sus padres. Poco a poco se la fue viendo en obras como «Los tigres escondidos en la alcoba», de Jardiel Poncela, y «La tejedora de sueños», de Buero Vallejo. Cayetano Luca de Tena la dirigió en «Dios con nosotros», de Vicente Escrivá, y la animó a probar en el Teatro Español.

Retirada en pleno éxito

Su mayor éxito vino precisamente de la mano de Buero Vallejo, cuya «Historia de una escalera» estrenó en 1949. Ya todo sería un camino hacia arriba: en 1953 fue primera actriz en el Teatro María Guerrero y sólo un año después, ayudada por José Luis Alonso, fundó su propia compañía, donde trabajó con Agustín González, Alicia Hermida, Jesús Puente, Julieta Serrano, Paco Valladares y María Luisa Ponte... Con su compañía estrenó a lo largo de los años 50 clásicos como «Electra»; «Don Juan Tenorio», «El mejor alcalde, el Rey», y varios Shakespeare, además de textos contemporáneos como «Llama un inspector», de J. B. Priestley y «El cuarto de estar», de Graham Greene.

Y en pleno éxito, antepuso la familia al trabajo. «Macbeth» fue su despedida. Se casó en 1957 con el doctor Vicente Gil, el médico personal de Francisco Franco, y se retiró para criar a sus cuatro hijos. Hasta 1991. Habían pasado 11 años desde que enviudó y Adolfo Marsillach y Pérez de la Fuente la convencieron para que regresara al teatro. El director no dudó en darle la protagonista en «La dama del alba», de Casona, y José Tamayo le abrió las puertas de su teatro, el Bellas Artes. En el Centro Dramático Nacional vivió momentos memorables como «La visita de la vieja dama» y «La muerte de un viajante» (2000).


La madre cruel de Arrabal

Autores y directores como Sanchis Sinisterra, Calixto Bieito y Jaime Chávarri se fijaron en ella: interpretó «El cerco de Leningrado» y fue incluso la Bernarda Alba lorquiana.
Faltaba el tercer tramo, el contacto con una nueva generación, y los reconocimientos –el Max y el Mayte en 2003–, que llegaron a partir de su celebrado monólogo de Arrabal, «Carta de amor (como un suplicio chino)» con el que conquistó al público español y al de la Cartoucherie de París. Convertida en madre cruel y amatoria a la vez de Fernando Arrabal, su talento brilló en un soliloquio arrebatado y duro que parecía escrito para ella.