Bruselas

CiU mantiene la pregunta de si desea que Cataluña sea un Estado de la Unión Europea

Pese al documentado rechazo de Bruselas, la Generalitat sostiene que orientará por ahí su consulta independentista

La Razón
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MADRID/BARCELONA– El presidente de la Generalitat, Artur Mas, se ha cuidado de no concretar en su programa electoral el enunciado de la pregunta que su formación propondrá que se plantee en la consulta independentista que ha anunciado que convocará en la próxima legislatura si las urnas le dan la mayoría necesaria para seguir en el Gobierno. Pero en una entrevista publicada en «La Vanguardia» a mediados de octubre, Mas adelantaba que esa pregunta sería: «¿Usted desea que Cataluña se convierta en un Estado dentro de la Unión Europea?». Ya sabía entonces que hay sólidos pronunciamientos públicos de la UE, vigentes desde 2004, advirtiendo de que un Estado surgido de la segregación de un Estado miembro quedaría fuera del club europeo y debería empezar desde el principio el camino de la adhesión. Un posicionamiento claro y contundente que ha sido ratificado recientemente por Bruselas en la carta que la vicepresidenta de la Comisión Europea, Viviane Reding, ha trasladado al Gobierno español. Ayer el «El País» informó de que en una misiva enviada el pasado día 4 de octubre la Comisión Europea asumía plenamente la tesis del Ejecutivo de Rajoy, es decir, la inviabilidad de que Cataluña se independice dentro de la UE. La Comisión precisó ayer que sólo hará un dictamen jurídico sobre la independencia de Cataluña, y su impacto sobre su posible salida de la UE, si el Gobierno español se lo pide oficialmente. Con todos estos elementos encima de la mesa, fuentes solventes de la Generalitat confirmaron ayer a este periódico que Mas mantiene su deseo de que la pregunta con la que se pronuncie el pueblo catalán en la consulta ilegal sea la que ya adelantó en la citada entrevista. Le da igual que la UE diga que no puede reconocer una declaración unilateral de independencia de una parte de un Estado miembro. O que para que Cataluña fuese un Estado necesitaría completar un proceso largo y en principio prácticamente inviable: tendría que ponerse a la cola de la lista de espera de Estados que han solicitado ya la adhesión, con el inconveniente añadido de que requeriría tener la unanimidad en el Consejo Europeo, incluida la de España. Los precedentes europeos no dejan ningún margen para el optimismo.

Aun así, la Generalitat sostiene que su deseo es preguntar a los catalanes si quieren ser un Estado europeo, siempre y cuando –precisan las fuentes consultadas– cuenten para ello con el apoyo del Parlamento catalán. En suma, de las otras formaciones independentistas. Si no hay consenso, la pregunta cambiará, añaden desde el entorno de Mas. El consenso como escudo para el futuro, aunque en el presente se mantenga una capa de engaño a sabiendas de que lo que se dice que se va a preguntar a los catalanes tiene mucho de quimera porque choca de bruces con la realidad de la UE, en la que CiU quiere seguir integrada. El pasado viernes estalló en Reino Unido una trascendente polémica que está por ver cuánto le puede costar al presidente escocés, Alex Salmond. En una entrevista televisiva, el líder independentista sostuvo que contaba con informes legales del Gobierno escocés que documentaban que, ante una hipotética secesión, Escocia seguiría formando parte de la Unión. Sin embargo, el Gobierno que preside ha tenido que reconocer que no tiene ningún informe que le permita sostener que la independencia no pone en riesgo la pertenencia a la UE. La mentira en la cultura política británica se paga cara y por ahí es por donde le ha entrado con fuerza su oposición.

En España, la estrategia de CiU es sostenerla y no enmendarla y por el mismo camino avanza ERC. Ayer esta última aseguró a los catalanes que la UE reconocerá a Cataluña «pese a las presiones del Gobierno». Esquerra borra los tratados comunitarios para poder convertir al Gobierno de Rajoy en responsable de una decisión que le supera por completo.