Historia

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«Siento como si tuviera una nueva vida»

Peter K. Kibe y Carolyne Kinyanjui son más que padre e hija, son donante y receptor. Él formó parte del programa Interlife, en Kenia, y ahora disfruta de una nueva vida 

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Quizás en nuestro entorno, someterse a un trasplante, encontrar un donante y que salga bien, no es algo tan excepcional. Pero en Kenia, sí. Peter K. y su hija Carolyne Kinyanjui son afortunados y ahora están más unidos que nunca. Más allá de los lazos de sangre ahora comparten un riñón. Mejor dicho Peter lleva el órgano que le donó su hija.
Peter reconoce que estuvo en el lugar preciso hace un año. «Por aquel entonces, ni tan sólo conocía la posibilidad de someterme a un trasplante. Pero cuando vine al Hospital, ví que aquí se estaba llevando a cabo un proyecto de trasplantes, acabé dentro de él». Además, confiesa que no tiene suficientes palabras de agradecimiento: «No hay comparación entre cuando estaba en diálisis y ahora. No encuentro las palabras adecuadas para explicarlo, pero siento como si tuviera una nueva vida. Es como si alguien hubiera cubierto mi antiguo cuerpo y me hubiera dado uno nuevo».
Su hija, Caloryne, afirma que es un hombre nuevo, lleno de vitalidad. «Tiene el doble de energía de la que ha tenido nunca. Ver cómo cumple con sus obligaciones y cómo logra grandes objetivos es estimulante. Quería construir una iglesia y lo consiguió. Por ello, me siento como la persona que le ha ayudado a alcanzar uno de los deseos más grandes de su vida».
Ante la necesidad de su padre, toda la familia se volcó, como recuerda Carolyne: «Decidí ser donante porque cuando fuimos al hospital, el doctor nos advirtió que la única solución para él era un trasplante. En el mismo momento, todos los hermanos estábamos dispuestos a donar el órgano. Fue después de las pruebas que conocimos quién sí y quién no podía ser donante. Y finalmente quedamos mi hermana Siphora y yo. Ella estaba desesperada por darle su riñón pero le pedí por favor que me dejara hacerlo y, finalmente aceptó amablemente».
 Carlolyne ayuda a desmitificar los miedos que existen en quiénes desean ser donantes. Ya que, algunos de ellos temen que su vida no vuelva a ser la misma. «Podría decir que después de dos semanas estaba perfecta. No podía hacer grandes ejercicios al principio pero estaba en condiciones de pasear, cocinar o hacer actividades que no requieran mucho esfuerzo. Ahora me encuentro muy bien, estoy fuerte y muy sana. Evidentemente, voy de vez en cuando a revisiones en el hospital».