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OPINIÓN: Cenas puros y jamones

La Razón
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Ignoro si existe publicada alguna tesis doctoral en psicología titulada: ¿Por qué a la gente le gusta cenar con su abogado?, y, especialmente, si hay alguna tesina o trabajo menor que trate sobre este problema en fechas navideñas.
Servidor es agradecido con quienes depositan en mí su confianza, pero mi antaño trituradora estomacal, capaz de cenar dos veces el mismo día en estas fechas, empieza a acusar el paso de los años y me pide treguas que algunos de mis clientes no están dispuestos a conceder por mucho que se lo pida.
Y yo agradezco, y me halagan, esas veladas en las que no se suele pasar de la fase de exaltación de la amistad sin llegar a los cánticos regionales, pero, aún con todo, al día siguiente pasan factura, sobre todo cuando el estómago entona el himno de infantería «Ardor Guerrero» por haber cometido excesos.
Sinceramente, mi familia agradece mucho más cuando llega una humilde panera al despacho para que la comparta con ellos, y servidor cuando le regalan unos cuantos puros como muestra de felicitación navideña.
Ya el año pasado, mi estómago depositó su esperanza en la crisis económica, pero la realidad se cebó con él y defraudó a los míos y a lo que queda de mí; es decir, pese a la crisis, las mismas cenas de siempre, pero escasísimo turrón, un jamón despistado y poquitos puros.
Pido perdón a mi director, Paco, y a Sonia por ésta alusión a mi propia persona, pero lo de las cenas previas a la Navidad es cuestión de supervivencia y todo sea por mi legión de lectores.