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Jaume Matas en el purgatorio por Martín Prieto
En la feria de hipocresías de la política española se quiere hacer gran escándalo por el hecho de que antaño el hoy presidente Rajoy y el ex ministro y ex presidente de la autonomía balear se mostraran gran afecto y amistad. La capacidad de olvido interesado de la dirigencia socialista es admirable porque Felipe González fue íntimo amigo de José Barrionuevo y Rafael Vera, antes que Matas fue una dulce Alicia en el País de las Maravillas, pero no vamos a argumentar constantemente los presuntos errores del pasado porque sólo viviendo en el futuro podemos ser contemporáneos del presente. No voy a enmendarle la plana a la Audiencia de Palma porque soy jurídicamente «in docto» pero sujetándome al sentido común, que es el menos común de los sentidos, me parece una exageración condenar a Matas a prisión casi siete años por buscarse fuera de la reglamentación administrativa un escribidor de discursos que después los loaba en su periódico. La propia Audiencia estima en unos 2.500 euros el daño patrimonial que causó a la autonomía. Le quedan pendientes muchos otros juicios, entre ellos el de Urdangarin, pero su horizonte es el del purgatorio y no el infierno aunque no se librará de la exclusión social. Tuve que hacer para la ONCE un estudio sobre «El lazarillo de Tormes» ( gratis ) porque mi padre fue ciego, y advertí que la corrupción en España viene de la picaresca, no sólo de Rinconete y Cortadillo, del patio de monipodio, de la corte de los milagros y de los desastres morales de Miguel de Cervantes. La corrupción la llevamos en la masa de la sangre y hay que combatirla, porque lo peor que nos puede pasar es no fiarnos los unos de los otros. Pero no convertirla en el eje de la vida política, al margen de lo que decidan los jueces. La corrupción que padecemos no se debe politizar porque es nuestra característica secular.
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