Cataluña
Eduardo Mendoza: «Las novelas han de ser divertidas» brochaeficaz»
«El enredo de la bolsa y la vida»Eduardo MendozaSeix Barral 267 páginas. 18,50 euros
MURCIA-El escritor y novelista Eduardo Mendoza Garriga (Barcelona, 1943) acaba de tener un nuevo hijo al que ha bautizado con el título «El enredo de la bolsa y la vida», una disparatada novela ambientada en su ciudad natal con la que regresa al género negro, más bien policial, de la mano de su personaje preferido, un anónimo detective de quien sólo Mendoza sabe su nombre. El autor, Premio Planeta 2010, con «Riña de gatos», comenzó su andadura literaria precisamente en este género que alumbró novelas tan leídas como «La verdad sobre el caso Savolta» (Premio de la Crítica), «El misterio de la cripta embrujada» y «El laberinto de las aceitunas», al que le siguió «La ciudad de los prodigios» (Premio Ciudad de Barcelona), y muchos otros títulos que han convertido a Mendoza en una de las referencias literarias más importantes del panorama internacional.
–¿Regresa Eduardo Mendoza con esta nueva obra repleta de humor y sátira al género detectivesco, sin caer en la dureza que plantea el género negro propiamente dicho?
–No es un retorno porque nunca me fui. No regreso a ningún lugar que hubiera abandonado antes. Siempre ha sido y es un género que me permite relajarme, aunque al tiempo sea de los más exigentes, pues uno puede escribir un drama con grueso pincel, con brocha gorda, pero nunca construir una historia como «El enredo de la bolsa y la vida» sin un pincel muy fino, sin esa ironía precisa, sin la chispa de humor que caricaturiza las situaciones humanas.
–¿Estaríamos entonces ante un realismo fabulado?
–En buena medida sí podríamos definirlo de esa manera, porque toda la trama se teje delante de mí, en la ciudad, en mis viajes en autobús, en las conversaciones que a veces escucho de la gente que tengo al lado...
–¿Su ciudad le inspira? ¿Es su campo de trabajo?
–Mi ciudad es una fuente de permanente inspiración, como sus gentes, las cosas que suceden a mi alrededor y que siempre me dan ideas. La ciudad es el mejor campo de trabajo porque te abre a cosas que a veces son difíciles de imaginar, por eso me gusta pasear por sus calles, observar a la gente de aquí para allá, escuchar las conversaciones y las cosas que les preocupan. Es una grata experiencia que recomiendo, pues las ciudades cambian como las personas en función del tiempo que hace, la luz que existe, las obras que se realizan y que cambian la piel de las urbes.
–Los «Siau». ¿Por qué una familia china en la trama? ¿Es una novedad?
–No es exactamente una novedad, pues chinos hay en todas partes porque queremos comprar barato y ellos lo saben. No se trata de incorporar a los chinos como tal, sino la idea del bazar, del gran bazar, del negocio desde la paciencia. Y los he incorporado en esta obra porque ahora son parte del paisaje urbano. Por donde vas siempre aparece un bazar, y ahora mismo estoy viendo uno mientras paseo, porque están muy al alcance.
–Además de los chinos, el detective chiflado descubre a un temible terrorista llamado Alí Aarón Pilila, que prepara un atentado contra la canciller alemana Ángela Merkel. ¿Cree que es serio que un terrorista se llame Alí Aaron Pilila?
–Es que no busco la seriedad. Y hay más, el terrorista se llama de nombre Alí, que es árabe, Aarón, que es judío y, Pilila, para redondear al personaje. (Risas)
–Desde luego que me hizo bajar tres peldaños sobre la realidad cuando leí el nombre. ¿No serán las tres culturas? (Más risa)
–No. Sencillamente traté de buscar un nombre que no hiciera tan malo a un personaje ya de por sí muy siniestro.
–¡Y vaya que lo logró!
–Si invita a la risa está logrado como pretendía y usted reconoce.
–Dicen algunos que «Sin noticias del Gurb» es una novela pasable, mientras que para usted es de las mejores ¿Cuál es la diferencia?
–Respeto las opiniones de los lectores aunque algunas no las comparta. Cada obra tiene su razón de ser, especialmente para el autor. «Sin noticias del Gurb» es una novela que costó mucho trabajo, pero tuvo una gran acogida. El trabajo de un escritor no consiste en agradar a todos los lectores por igual porque eso es sencillamente imposible, sino en crear novelas divertidas e interesantes, y «Sin noticias del Gurb» reúne esas características.
–¿Utiliza el género negro como válvula de descompresión después de emplearse a fondo con una novela mucho más sesuda como la que le valió el Premio Planeta 2010 «Riña de gatos»?
–Sí y no. Esta novela salió mientras escribía sobre otra cosa. No trabajo para quitarme presiones, que a veces son buenas para conseguir ciertos estados anímicos, pero no con la determinación de liberarme de algo.
–Con la que está cayendo la gente se pregunta dónde están ahora los intelectuales, al tiempo que hemos conocido un manifiesto firmado por autores como Mario Vargas Llosa, Antonio Muñoz Molina, Juan Goytisolo, Félix de Azúa, José Caballero Bonald, entre otros. ¿Qué opina? ¿Se siente identificado con ellos?
–Me puedo sentir identificado con ellos en lo relativo a la crisis económica y en muchas otras cosas, pero quizás difiera en otras peticiones que se formulan en ese escrito. No me han pasado el manifiesto, aunque me pueda sentir identificado
–¿Qué opina de la deriva de Cataluña?
–No soy nacionalista.
–¿Está de acuerdo?
–Es algo muy serio que precisa de un debate muy serio y sin prisas.
Un escritor no nacionalista, ni independentista
Eduardo Mendoza anda estos días atrapado en el drama teresiano del «Vivo sin vivir en mí/y de tal manera espero/que muero porque no muero». «Si soy prudente fuera de Cataluña -asegura-, me acusan de connivencia, y si soy crítico en Barcelona, me apuntan en la lista de desafectados». La paradoja, esa figura retórica del pensamiento que representa la contradicción, también lo es de su vida presente. «No soy nacionalista ni votaré a favor de la independencia, pero ese debate debe hacerse muy seriamente y sin prisas».
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