Desarme de ETA
Sin resignación
Me lo confesaba hace apenas unas horas una de esas víctimas del terrorismo conocidas y reconocidas. Un español noble, sencillo y de casta que ha empujado la rebelión cívica después de que los pistoleros que han diseñado la estrategia electoral de Bildu le arrebataran a quienes más quería: «Alfonso, mis esperanzas son limitadas. El problema no es sólo este Gobierno socialista. Hay una parte del aparato del Estado que no quiere a una ETA derrotada. Es terrible. Yo creo que al final en los libros de Historia se escribirá la traición, desde el poder, a todo un sistema democrático y de libertades.
Y quizá se leerá también, en un rincón de la página, que un grupo de ciudadanos se mantuvo en pie, y que se rebelaron una y otra vez contra la traición. Sin desmayo». Mi respuesta a tan sombrío diagnóstico es la misma antes y después de la concentración de la República Dominicana. Sólo si bajamos los brazos los que estamos con quienes han sufrido en sus carnes el mazazo del crimen, sólo si abandonamos en sus episódicas gimnasias de civismo a quienes encajan como un tiro postrero que las togas sigan arrastrándose en el polvo del camino, sólo entonces este capítulo de heroica lucha contra la indignidad terminará en escalofriante fracaso.
Pero no va a ser así. La cuarta demostración de fuerza moral de las víctimas en este segundo proceso de apaño con un entramado totalitario anuncia que los libros de Historia retratarán la vileza de Zapatero, la ignominia de López, la degradación de Sala. Y destacarán que quienes padecieron en primera persona la barbarie, venciendo a la resignación y al aislamiento, triunfaron tras sacar de las instituciones y exterminar de la vida pública en España a los sórdidos heraldos del terror.
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