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España

Bienvenidos al infierno por Rosetta Forner

La Razón
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Quizá África se ha enamorado de Europa, o todo lo contrario, esto es, está muy enfadada y ha decidido conquistarla para bien o para mal, acalorándola. O, ¿acaso Lucifer ha decidido salir de paseo y ha dejado las puertas del infierno abiertas? Los defensores del cambio climático deben de estar frotándose las manos puesto que lo del «calentamiento global» parece que va camino de ser cierto. Sin embargo, me resisto a darles la razón pues opino que Gaia tiene personalidad propia y hace lo que le pasa por las coordenadas terrestres. Quizá nos empeñamos en no entenderla e insistimos –los terrícolas somos así de caprichosos– en que se comporte según nos conviene a nosotros, que nos tenemos por sus dueños en vez de estarle agradecidos por permitirnos habitarla.
 Asimismo, algunas civilizaciones antiguas creían que la Tierra reflejaba el sentir de sus moradores como si de un espejo se tratara: los aztecas estaban convencidos de que el pensamiento negativo generalizado se traducía en cosechas pobres. Por consiguiente, en España estamos muy quemados literal y simbólicamente.

Perdónenme ustedes porque mi intención no era mentar la política, pero no deja de ser una metáfora a considerar puesto que este verano vamos ya por la segunda ola de calor y llevamos varios incendios. Si nuestro destino es el resultado de nuestras acciones y omisiones, ¿cómo no pensar que la climatología en España es un reflejo del estado psicológico del personal? Asumo que habrá quien pensará que también en otros sitios hace mucho calor, hay sequías, y el mercurio se derrite sin compasión. Por ello, les propongo la siguiente reflexión con pregunta incluida (soy coach y de natural, preguntona): «Si fuese cierto que la Tierra refleja cómo se siente la gente interiormente, ¿con qué tipo de emociones podemos estar contribuyendo cada uno de nosotros a éste resultado climatológico?». Aparte del «factor psicológico», en España, toda vez que se quema un bosque no se plantan árboles, así nos luce la calor. Al paso que vamos, a Lucifer no le hará falta salir de casa para ir de paseo.