Actualidad
Esperando la nieve por Antonio PÉREZ HENARES
No hay momento que más espere en el monte que el de la primera nevada. Más allá del paisaje y de la alegría por lo que significa para la tierras y su venas vitales, esa mañana de la primera nevada tiene para mí un significado y una emoción diferentes que ya he convertido en hábito y costumbre. Ese día intento por cualquier medio estar en el monte y recorrerlo. Porque en la nieve es cuando mejor y con más nitidez nos muestra la vida natural su huella.
La vida salvaje se hurta siempre que puede de nuestra mirada y las criaturas que logramos observar en los bosques son siempre una ínfima parte de las que nos vigilan a nosotros cuando los recorremos. Ver sus rastros no es tampoco tarea fácil, aunque uno haya tenido y tenga los mejores maestros. Pero el día de la nieve todos podemos convertirnos en un experimentado rastreador. En ese manto queda marcada toda la huella, queda impresa la oculta existencia de todos los habitantes de esos campos y esos montes por lo que jamás hubiéramos pensado hubiera tan y tan diversos inquilinos.
No hace falta ser un especialista para distinguir al conejo, incluso de la liebre, a la perdiz o al zorro. No será difícil que crucen su rastro y apasionante resultará el seguirlos y leerlos, imaginar su intención y hasta puede que alcanzar el momento donde se produjo el encuentro de un predador y su presa y que la nieve nos cuente cuál fue el resultado de la peripecia, si la huida o la captura.
Días de fortuna se les llama y con muy buen criterio está prohibida la caza sea con escopeta o con perros. El día de la nieve ha de ser dedicado a ver y a aprender. Porque la nieve revela lo más oculto y enseña lo que permanecía escondido a nuestro torpes sentidos humanos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar