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El chófer gastaba 25000 euros al mes en coca del «fondo de reptiles»
Sevilla- Lejos de desdecirse, Juan Francisco Trujillo, el que fuera chófer del ex director general de Trabajo y Seguridad Social, Francisco Javier Guerrero, dio ayer a la juez Alaya más detalles que los que aportó en el juzgado de Andújar sobre el gasto de cocaína junto a su jefe con cargo al «fondo de reptiles». Según su relato, de los 1,5 millones de euros que recibió en tres ayudas y una falsa prejubilación para su madre –incluida como intrusa en un ERE–, empleó 25.000 euros mensuales en la compra de cocaína. La distribuía en «bolsitas» y la consumían entre los dos «a cualquier hora», a razón de «cinco a diez gramos diarios». Guerrero fue el que, según dijo, le presentó al intermediario para conseguirla. Trujillo entró en torno a las once de la mañana en los juzgados y doce horas más tarde Alaya aún no había decidido las medidas cautelares.
El chófer se ratificó en que entregó a Guerrero entre 60.000 y 80.000 euros en metálico y gastó 40.000 euros en regalos para su jefe: 4.000 euros para un piano, 1.200 euros en teléfonos móviles, 2.000 en ropa y le compró dos relojes y antigüedades. Entre los dos existen rencillas personales. Pese a la estrecha amistad que mantuvieron y a que Guerrero haya dicho que lo trató «como a un hijo», fue el que pidió el despido –que se hizo efectivo– por incumplimiento en el trabajo y una baja ficticia.
El relato del chófer es radicalmente distinto al que aportó Guerrero tanto ante la Guardia Civil como en el juzgado de Instrucción número 6 de Sevilla, del que salió camino de la cárcel. El ex director general de Trabajo alegó que nunca ha cogido «un duro a nadie en su vida» y que no es cocainómano. Las únicas aficiones que reconoció –despertando la risa de la sala, la de la juez Alaya incluida– son las de «el Marlboro y una copa de gintonic de Beefeater de postre». Menos distendido fue ayer el también maratoniano interrogatorio, según confirmaron a LA RAZÓN fuentes presentes en la sala. Alaya llegó a enfadarse debido a las evasivas de Trujillo y a que se encastilló en culpar de todo a su antiguo jefe.
Guerrero achacó las acusaciones a una «revancha personal» y a una traición, no estando ni siquiera al tanto de que Trujillo era el dueño de las empresas que recibieron subvenciones. Las empresas beneficiarias de ayudas de 450.000 euros cada una son «Iniciativas Turísticas de la Sierra Norte», para montar un hotel rural, «Lógica Estratégica Empresarial», para una fábrica de muebles, y Ave Nueva, para una fábrica de pollos que nunca llegó a existir y que montó junto a su socio Isidoro Ruz Espigares, el marido de la alcaldesa pedánea de Llanos del Sotillo, una pequeña población de Andújar donde le conocen por el sobrenombre del «ministro» debido a su ostentación y su tren de vida. Trujillo alegó ayer, sin embargo, que fue el propio Guerrero el que le puso en bandeja el plan: «Crea una sociedad». Entendió que se trataba de empresas «ficticias». El ex director general de Trabajo se encargaría del resto.
El ofrecimiento se habría producido en uno de los bares de copas que solían frecuentar y donde Guerrero tenía instalada –siempre según su versión– parte de la oficina. La agenda de Guerrero era atender las obligaciones por la mañana, comer en un restaurante a mediodía y luego «despachar» en un bar de copas por la tarde. Los pubs habituales eran Luisiana y Caramelo. Allí se abría de nuevo el despacho y algunas gestiones las remataba en la Consejería.
La juez instructora le imputa a Juan Francisco Trujillo once delitos de siete tipologías distintas. Delitos continuados de cohecho, tráfico de influencias, prevaricación y malversación, así como tres delitos de falsedad en documento oficial, otros tres de obtención indebida de subvenciones, y un último delito de falsedad en documento mercantil. Fue Trujillo el que falsificó la firma de su madre, Estrella B. G., para obtener una prejubilación de más de 120.000 euros. Guerrero ya dijo ante la juez que atendió la petición porque su madre había sido «trabajadora agrícola y después empleada del hogar» y que estaba en mala situación económica. De haber sabido que la firma era falsa la póliza y el chófer «hubieran salido por la ventana». El chófer achacó la prejubilación a la «necesidad de liquidez» de su jefe para seguir comprando cocaína.
Una de las empresas, «Lógica Estratégica Empresarial», le facturó 6.960 euros a Dhul por la preparación de un informe, pese a no tener actividad. Trujillo reconoció cuatro «facturas falsas» a preguntas del fiscal por 97.800 euros. Una de ellas de 6.000 euros para Estudios Jurídicos Villasís, donde trabajó el «conseguidor» Juan Lanzas.
Reconoció, asimismo, que en la actualidad cobra el paro indebidamente, ya que le dieron de alta de manera ficticia dos empresarios amigos suyos.
Visita a Zarrías y a recoger sobres con billetes a Madrid
Trujillo era la persona que pasaba más tiempo con el ex director general de Trabajo. Destacó ante la juez la relación estrecha con el «conseguidor» Juan Lanzas y recordó que en al menos dos ocasiones lo llevó a despachar con el ex consejero de la Presidencia Gaspar Zarrías. Encuentro del que salió «muy enfadado». También señaló que en 2007 se desplazó dos veces a Madrid por orden de Guerrero para recoger dinero. En uno de los casos, Antonio Albarracín, de la aseguradora Vitalia, también imputado en la trama, le dio sobres con billetes. Lo esperó en la estación de Atocha.
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