Andalucía
Ni deuda ni río
Griñán no es en modo alguno la medida exacta del valor global que puede haber alcanzado Andalucía, pero sí empieza a ser la marca aproximada de lo que políticamente esta región representa para Zapatero. Y aunque ese valor no sea exactamente «cero» sí que se le empieza, de manera preocupante, a acercársele mucho. En apenas año y medio en el cargo de presidente, Griñán se ha convertido en el político que más nones ha cosechado de su admirado jefe de partido, habiendo recibido sonoros y vergonzantes portazos en el tema de las cajas, en el de la deuda histórica, las ayudas a las VPO o las grandes obras públicas en curso, entre otros, por lo que conocida la proverbial y paradigmática blandura de ZP con nacionalistas y otros diversos grupos de poder habría que preguntarse qué razón induce al presidente a ser tan duro con las espigas que le llegan de Andalucía.
De momento, a Griñán le han vuelto a decir que no en el asunto de que las comunidades, y particularmente Andalucía, puedan seguir aumentando la deuda –en paralelo a la normativa igualmente aprobada por el Gobierno para los ayuntamientos– y también está al caer la sentencia del Constitucional que anulará o limitará la competencia exclusiva sobre el Guadalquivir, una de las teóricas piedras angulares de la reciente reforma del Estatuto andaluz. Como diría un castizo: no hay bemoles de hacer una sola de esas cosas –y mucho menos, todas ellas juntas– a un presidente que gobernase más al norte o que fuera necesario para gobernar en Madrid. Y ésa es precisamente la madre del cordero y el padre de todas las mantecas: que Griñán está comprendiendo en carne propia –y muy tarde– que las cesiones deben producirse a cambio de algo y que hace tiempo que Andalucía y su partido vienen cediendo gratuitamente lo único y más preciado de todo lo que tienen: sus votantes. Para gobernar en España, Zapatero piensa más en sus hipotéticos resultados en Cataluña que en las irreales presiones que jamás ha recibido de Andalucía, por lo que ahora es tarde para rectificar la estrategia aunque sea el mismo Griñán el que vea venir la cornada que sufrirá él y su partido por la torpeza de su jefe de filas. Es tarde para él y tarde para los ocho millones de andaluces que no son precisamente la Usun Yoon utrerana del programa de Wyoming y que ya han visto muchas veces esta misma película.
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