Libros

Ginebra

Fernando Schwartz: «No soy un pijo en absoluto odio el pijerío»

Profesión: escritor.Nació: en 1937, en Ginebra (Suiza).Por qué está aquí: por su novela «Viví años de tormenta» (Espasa).

Fernando Schwartz: «No soy un pijo en absoluto odio el pijerío»
Fernando Schwartz: «No soy un pijo en absoluto odio el pijerío»larazon

–«Viví años de tormenta». ¿Fueron aquéllos peores que éstos?
–Más arriesgados los años de la Transición; éstos, más dramáticos.

–Su novela: la Transición a través de una familia franquista. ¿Ve muchos franquistas en España?
–No. La mayoría ha evolucionado hacia la aceptación de la democracia.

–Aceptar no es lo mismo que ser...
–Claro. Para ser hay que dejar muchas cosas por el camino, reconvertirse.

–Aquí está mal visto cambiar de ideas, te llaman chaquetero...
–A mí me parece que cambiar de ideas y de partido es sanísimo. Yo he sido siempre del Atleti, y ahora me he hecho del Barça.

–Las familias del régimen dieron rojos radicales. ¿Usted es cada vez más...?
–Anárquico, que no anarquista. De aquellos rojos de ayer, la mayoría han vuelto a la derecha. Pasa hasta en mi novela.

–Una novela sobre el mundo que tan bien conoce, el aristocrático. ¿Por qué no había escrito antes sobre él?
–No estaba preparado, tenía que encontrar el camino. Y lo encontré.

–Pensé que quizá era por no molestar, por pudor...
–No, nada de eso. Hasta he vencido el pudor a escribir de sexo. Antes no lo hacía por mi madre. Qué dirá mi madre, me decía. Y no me atrevía.

–El padre de la protagonista hace tres cosas maravillosamente: montar a caballo, jugar al bridge y bailar el vals. ¿Usted qué hace bien de todo eso?
–Bailar el vals y jugar al bridge. Dejé los caballos cuando uno me tiró. También sé escribir y navegar.

–Sí, escribe y navega en Mallorca. ¿Es un «bon vivant»?
–Si le quita la connotación negativa, sí. No soy un pijo en absoluto, odio el pijerío.

–La protagonista, médico, es acusada de practicar la eutanasia. El juicio mediático la condena...
–Eso abunda hoy, porque no existe el secreto de sumario. Tampoco existe ya la presunción de inocencia.

–¿De qué es usted culpable mientras no se demuestre lo contrario?
–De nada. Sólo soy culpable de ser simpático.

–Creo que eso no merece aún el «castigo del telediario»...