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En los años veinte, en un periódico se afirmó que poner orden entre los «footballistas» era más difícil que gobernar la nación. Ha pasado casi un siglo y seguimos donde estábamos. La Liga, dirigida por el ex presidente de la Real Sociedad, de infausto recuerdo en Donostia, ha decidido por mayoría hacer huelga el 3 de abril. En el fondo existen dos asuntos: los hay que quieren que por encima de todo sea eliminada la obligatoriedad de disputar un partido en abierto –justa reivindicación– y los repartos de los ingresos televisivos, injusticia permanente. Quienes apoyan la huelga afirman que la solución del problema serviría para pagar a Hacienda y la Seguridad Social: mienten y lo saben. A los futbolistas, cuyos derechos son vulnerados a diario, se les recomendó que no hicieran huelga porque ello perjudicaría al fútbol. Ahora, si la promueve la patronal parece que no es motivo de preocupación. El fútbol en abierto fue una imposición de Álvarez Cascos y ello es singularidad en Europa. Mas junto a esta cuestión está la de los dineros televisivos. Los que promueven la huelga lo hacen sobre la teoría de que el partido en abierto sólo ocurre en España. Que el reparto de dineros televisivos sea desproporcionado sólo ocurre en España y de ello no hay voces poderosas que lo proclamen. Hay clubes que se llevan el manso y los demás tienen que tragar. Antes que poner al Gobierno en el disparadero convendría que entre ellos hubiera acuerdo en asunto tan vital como el de los cuartos.