Roma
La otra Iglesia con Papa
El tratamiento de papa fue común entre los patriarcas al principio del cristianismo. Después se limitó al obispo de Roma y al patriarca copto
Fue Heródoto el que afirmó que «los egipcios son los más religiosos de los hombres». No estaba exenta la afirmación del historiador griego de una cierta ironía, pero, con todo, reflejaba la realidad de una religiosidad acentuada entre los habitantes del país del Nilo.
Ni siquiera la desaparición de la antigua religión y la llegada del cristianismo cambió esa situación. A decir verdad, los cristianos egipcios, más conocidos como coptos, son una de las iglesias más antiguas del mundo. No se trata sólo de que hayan preservado tradiciones referentes a los lugares donde se asentó la Sagrada Familia durante su exilio en Egipto sino de que, muy posiblemente, el mensaje cristiano pudo ser predicado en esas tierras por Marcos, el autor del segundo Evangelio.
Más seguro todavía resulta que entre los primeros judíos que se convirtieron a la fe en Jesús en el día de Pentecostés había algunos procedentes de Egipto o que uno de los primeros predicadores cristianos, amigo del apóstol Pablo, fue un judío egipcio llamado Apolos. Como sucedió con otras comunidades, los cristianos egipcios padecieron diversas persecuciones, pero durante el período patrístico tuvieron entre sus filas a algunos de los pensadores más sugestivos del cristianismo primitivo agrupados en la denominada Escuela de Alejandría.
Se asentaba en esta ciudad un importante patriarcado cuyo titular recibía, como era costumbre a la sazón, el tratamiento de «papa» que conserva hasta el día de hoy. Según la tradición copta, son ya 117 los papas coptos concluyendo la lista con el actual, Shenuda III, que desempeña sus funciones desde 1971. Señal de la importancia de esta sede la podemos encontrar en que el importantísimo concilio de Nicea (325), donde se definió la doctrina de la Divinidad de Cristo, no fue presidido por el obispo de Roma sino por el patriarca de Alejandría, siendo el teólogo más importante el también egipcio Atanasio, redactor del símbolo de la fe que lleva su nombre.
En contra de lo que afirma algún papanatas, los cristianos egipcios no sólo no destruyeron la cultura anterior sino que preservaron la lengua egipcia ya transformada en copto. Como sucedería en Europa, sin aquellos cristianos empeñados en mantener una lengua milenaria, ésta habría desaparecido. Ni siquiera la llegada del islam –un islam brutal que arrasó, por ejemplo, la biblioteca de Alejandría– pudo doblegar a los coptos.
Perseguidos
Frente a un árabe que contemplaban como la lengua de los invasores, los coptos mantuvieron el egipcio y su religión en medio de persecuciones periódicas. Como en el caso de los judíos, el monoteísmo cristiano podía ser aceptado por los señores musulmanes siempre que pagaran un tributo y que no intentarán ocupar un lugar importante en la sociedad. En paralelo, la persecución siguió siendo un fenómeno recidivante.
En la actualidad, los coptos constituyen no menos del diez por ciento de la población egipcia, un dato que suele ser negado por las autoridades molestas ante la pervivencia de una minoría que ha resistido durante casi milenio y medio todos los intentos encaminados a absorberla en el islam. Y es que las amenazas, las detenciones, los ataques e incluso las muertes no han logrado erradicar una de las iglesias más antiguas del mundo.
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