Parlamento Europeo
Casta de políticos por Julián Cabrera
Recuerdo, durante mis años de cronista parlamentario en la Carrera de San Jerónimo, la confesión que me hacía un relevante diputado que luego fue ministro: «Acabo de acercar a mis hijos al colegio y el mayor, se me ha girado como si hubiera olvidado algo –que no eran los Donuts– para preguntarme si también yo soy un chorizo como el resto de políticos. Lo dicen en el recreo». No pretendo con este recordatorio puntual hacer una defensa de la clase política, entre otras cosas porque no existe una clase ni una casta política, pero sí existe y sí vale la pena defender la dedicación a la política. Cuando nos enfrentamos a los topicazos de que «todos son iguales» o peor aún, a movimientos organizados para tomar el Congreso, la conclusión es doble: de un lado, la modorra intelectual de quienes se refugian en las proclamas antisistema y de otro, la constatación del fracaso en nuestro sistema educativo que ve lanzarse a la calle no sólo a muchos jóvenes que claman legítimamente por un futuro mejor, sino a otro porcentaje de ellos que muestran la diferencia entre estar instruidos y recibir instrucciones. Puede que la actual generación de políticos no sea la mejor, pero cabría preguntar a los asediadores de instituciones, si explican a la gente que se manifiesta de buena fe contra los recortes, por qué ellos van a ser mejores, más puros y hasta más honrados para sacar al país del atolladero. Tan cierto es que muchos políticos jamás han cotizado en el mundo profesional, como que otros muy cualificados en su actividad laboral o sus negocios pierden dinero al entregarse a la acción de gobierno u oposición. Pero todos tienen en común el mandato temporal de los mismos electores que pueden devolverles a su casa.
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