Roma

Descabalgado y jubilado por Alfonso Merlos

A Berlusconi le quedan cuatro «telegionarli». Contados. La duda es si llegará al del domingo por la noche después de un fin de semana dramáticamente trepidante que mantendrá en vilo a Europa entera. No hay tiempo que perder. La situación en Italia es, simplemente, ingobernable en lo político e insostenible en lo económico. No va más.

La Razón
La RazónLa Razón

La sombra cierta de la inactividad gubernamental y parlamentaria, explicitada por el propio Napolitano, y la amenaza de una intervención que no llegará de iure pero sí de facto obligan a dar pasos de gigante en horas. Y el problema no es que sean precipitados, es que son inaplazables para salvar bastante más que los muebles.

Importa poco que a un sector de la derecha le parezca intolerable un nuevo poder ejecutivo de tecnócratas, de concentración nacional o que abra un periodo de paréntesis hasta la convocatoria de elecciones. No hay otra. Lo dictan los mercados y lo animan Merkel y Sarkozy que prueban a diario que la Unión es cosa de un directorio, y que ese tándem no va a permitir que nadie se salga de la fila. Y esto último va de momento por Roma pero veremos si por Madrid. Cesa un primer ministro que ha generado una desconfianza ya inasumible en un momento en el que no se perdona el más mínimo titubeo, la más insignificante vaguedad, el más liviano pretexto: las cuentas o cuadran o cuadran. En alguna ocasión ha bromeado Berlusconi asegurando: «La oposición me pide sin parar que me vaya a mi casa. ¿A cuál? ¡Tengo veinte!». Ahora, a punto de caer al suelo desde su caballo, apenas le queda tiempo para eso, para elegir el sitio de su retiro.

os, sino de nervios es la guerra que Benjamin Netanyahu habría desatado contra Irán en los últimos días. Y también la habitual batalla interna de la política israelí. Habría que penetrar en las mentes del jefe de Gobierno y su ministro de Defensa Ehud Barak, antiguo presidente del laborismo, para poder llegar al fondo de la cuestión, y eso es precisamente lo que hizo el pasado 28 de octubre el príncipe de los periodistas nacionales. Nos abrió las mentes de la pareja y nos dijo que son un par de locos dispuestos a una guerra de consecuencias apocalípticas. Pero los pobres no habían dicho nada y es poco creíble que el dos veces primer ministro y el que había sido su predecesor y antes brillante jefe de las Fuerzas Armadas se hallen en tan lamentable situación mental, lo que no obsta para que la izquierda, tan implacable como en cualquier país con entornos mucho más sedados, se abalance sobre el asunto. Algunos hechos ha habido, que condimentan discretamente el guisado político. La prueba, con gran éxito, de un misil Jericó III que podría llevar una cabeza nuclear hasta Irán. Unas espectaculares maniobras de la aviación israelí en colaboración con las italianas, bombardeando en Cerdeña, con un recorrido de más de 800 km. Pero eso no es más que los progresos nuestros de cada día y enseñar un poco los dientes, nada que se salga del pentagrama. Mientras tanto el 41 por ciento de la opinión israelí (incluyendo, lo que origina alguna distorsión, el casi 20 de ciudadanos árabes) se muestra a favor de un ataque si sus autoridades lo consideran factible, mientras que el 39 son decididamente opuestos, y el 20 restante no se deciden. Llama también la atención la calma con la que se ha recibido la tormenta en los Estados Unidos, directísimamente implicados en las consecuencias de cualquier intento israelí. Parece contemplarlo como una tormenta en vaso de agua, aunque con la intensidad de un ciclón.

Sorprende también la espontánea implicación de los británicos, que dicen prepararse para la posibilidad de que dentro de un año pueda ser necesario bombardear las instalaciones nucleares de los ayatolás.