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Altanero Mourinho

La Razón
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El primer round Barça-Madrid acabó en 1-1. Empate, pero en realidad victoria de los azulgranas. 8 puntos marcan la diferencia y un partido menos para acabar la Liga. El gran Mourinho encontró su argumento. Su excusa de mal pagador para no reconocer su error táctico. Se refugió en el lamento, en el victimismo. La culpa de todo es que el Madrid se quedó con diez jugadores. El clarísimo penalti sobre Villa quedó rebajado a una anécdota. Acusó al árbitro de favorecer al Barça por no tener el mismo criterio en la falta –más que dudosa– de Alves. La culpa siempre del árbitro. Más bien, todos los árbitros. Los de España, los de Europa son culpables. Mourinho rescató la teoría de la conspiración. Lo tiene claro. Él nunca se equivoca. Se considera un dechado de perfección.

De esta guisa, altanero, zanjó su juicio sobre la derrota anímica, y casi matemática. Obvió sus errores. Se limitó a esperar al Barça. A pesar de querer ser un «enfant terrible» fuera del campo, en el césped mostró su cobardía. Prefirió no jugar al fútbol para intentar conseguir un resultado positivo. Reconocía la superioridad de los de Guardiola. Se amilanó y fue conservador. Se limitó a reproducir la estrategia que utilizó con el Inter. No quería arriesgar para que se vieran los defectos de un equipo del que sólo es culpable su entrenador. El problema es que los azulgranas llegaron al Bernabéu con la lección aprendida. Le supieron jugar al Madrid. De hecho, fue el único equipo que jugó al fútbol. Hoy segundo round en la Copa del Rey. Si hoy pierde el Real Madrid, ¿a quién le echará la culpa el altanero Mourinho?