País Vasco
Momento crítico para España
Momento crítico llamaba Hipócrates a aquel en que una enfermedad hace crisis: va a haber una curación o un agravamiento. Lo aplico aquí al momento en que una máscara de ETA logró ser legalizada y entrar en las instituciones y está ya pidiendo más. La guerra de España con ETA es un proceso muy largo, viene desde los últimos tiempos del franquismo, durante mucho tiempo se arropó con credenciales de izquierda, algo ha quedado de ellos. Pero estaba en baja: había perdido hombres y dinero, había perdido crédito. Frente a ella estaban el sistema legal, las ilegalizaciones y pactos, el sentir de casi todos. Incluidos muchos socialistas, como los que con Nicolás Redondo y Patxi López se aliaron con el PP, su única posibilidad verdadera. Los demás han sucumbido a la dudosa gloria de esa pacificación que ojalá fuera verdadera. Cuando a ETA le amenazaba ya el espectro de la derrota. Esto es lo que ha obtenido ETA, sin dar por su parte otra cosa que una promesa de alto el fuego, no sabemos por cuanto tiempo. El Gobierno ha logrado la gloria de una paz en la que pocos creen. Por perder, ya ha perdido las elecciones. Ciertamente, los más desconfiaban, pero un sector del partido socialista, más sus aliados fuera de él, incluido un sector de la administración de la Justicia y el Tribunal que saben, optaron por ese pacto siempre negado, pero no menos efectivo. Cierto, a ETA ya le aplicaban encarcelamientos, ya le daban chivatazos. Entonces no tuvo otra salida que ponerse una máscara y hacer unas promesas. Para las elecciones generales ya tiene dispuesta otra máscara y tiene el tribunal adecuado. Y aquí es donde estamos. Los inicios no han podido ser más sospechosos, una especie de carnaval pro-ETA con máscaras y todo. Sus amigos lo han celebrado ampliamente, han pedido más. No engañan a nadie, no necesitan ni disimular. Ciertamente, en conflictos internos verdaderamente graves, este recurso del pacto ha dado resultados, recuérdese el abrazo de Vergara. Pero esto es otra cosa, un pequeño grupo sectario que utiliza todos los recursos, sin escrúpulo alguno, contra España y los españoles. Matar y no matar es para él cuestión de pura táctica. Y es cierto que en grandes naciones en que se han integrado secundariamente otros territorios, quedan en ellos restos de antiguas sensibilidades: no es igual Prusia que Baviera o Austria, Escocia que Inglaterra, el Norte que el Sur de Italia. Pero las cosas no llegan nunca a estos extremos de España, que ni siquiera el estado de las Autonomías ha mitigado. Y en que proliferan partidos que jamás han jurado la unidad de España de que habla la Constitución, ni han respetado el carácter oficial de la única lengua común. Todo lo invaden, presionan a los Tribunales a su favor, incumplen sus sentencias, derrochan el dinero de todos, fragmentan la enseñanza, se interfieren en las relaciones exteriores. Éste es el fondo de la cuestión: la solución del problema de ETA condicionará la conducta de nacionalistas de otras regiones que, por supuesto, no la apoyan, como tampoco los más en el País Vasco. Ahí tenemos, por ejemplo, Cataluña, cuyos políticos han chocado incluso con ese Tribunal Constitucional y donde el presidente de la Generalitat ha votado por la independencia en un plebiscito ilegal. Ese pacto, es, la verdad, una espada de Damocles muy peligrosa. ETA sigue viva y vigilante, conserva sus arsenales y sus hombres, no se disuelve, asesina o no según lo que cree que le conviene. No ha habido un acuerdo, sólo un aplazamiento en el que el bando rebelde ha quedado a la par con el Gobierno, no ha modificado en un solo punto su ideario. Ha logrado una posición de ventaja desde la cual negociar paso a paso. Ahora su objetivo está en las elecciones generales y en la liberación de sus presos. Y el llamado Estado de Derecho se ha desarmado, en buena medida, a sí mismo, tendría problemas en reanudar la ofensiva. Él y lo mismo el PP, si forma el próximo Gobierno. Y ETA puede rearmarse tranquilamente mientras tanto. Situación peligrosa, hará falta mucho valor para reanudar el acoso a que ETA estaba sometida. Estas treguas siempre han sido peligrosas. Ellos las rompían y daban, así, facilidades para reanudar el acoso. Ahora esto es más difícil, salvo que algún día aprieten demasiado el acelerador y den pie a un aumento de la presión de la Nación y del Estado. Entre tanto, crecerán y crecerán, para desesperación de la inmensa mayoría de los españoles y para aliento de los que esperan su oportunidad en otros rincones de la piel de toro. No estamos, pues, ante una solución, sólo ante un aplazamiento hasta un futuro incierto. La mayoría de un voto de un tribunal desprestigiado más un gobierno en plena derrota nos deja indefensos. Es un momento crítico en la Historia de España.
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