Cataluña
OPINIÓN: Pintas
Somos inocentes de la cara que Dios nos dio pero no de lo que hacemos luego escudados tras nuestra cara. Por la parte que me toca, opto definitivamente por los feos pues tengo comprobado que quienes fuimos feos de jóvenes con la edad mejoramos, mientras que los guapos no hacen sino empeorar a medida que se ajan. No es mi culpa que Pujol tuviera una pinta poco agraciada, lo que no le impidió ser un político trascendente en Cataluña, ni que el señor Fiscal General del Estado sea feo de narices; lo que me importa no es su fealdad sino la mala gestión de la alta responsabilidad que encarna. En cuanto a Leire Pajín, ofrece una imagen a medio camino entre Pippi Calzas Largas y una aborrescente malcriada al igual que la señora De la Vega, cuya trayectoria respeto, ofrecía la imagen desaliñada del pájaro loco en horas bajas. Pasar de ahí es meterse en la más cruel e injustificada de las descalificaciones. Bastaría pensar en la desbaratada imagen del gran Hawkins y compararla con el hecho de que ocupa la cátedra Isaac Newton para entender que la imagen es un lastre sólo superficial pero nunca un impedimento para que se revele el cerebro que está detrás de ella. Y eso es lo que yo discuto de Leire Pajín: no su imagen, que me trae al fresco y no me sugiere nada más allá de la constatación de que algunas personas nacen en estado de caricatura, sino el hecho de que la parte de cerebro que se le transparenta no me seduce en absoluto. Al cabo la juzgaré por sus hechos: si lo hace bien acabaré viéndola graciosa, como me pasa con mis más queridas amigas, que no son todas agraciadas pero sí han conseguido ser todas ellas queridas por mí y por quienes las conocemos. Así que, Leire, manifiéstate.
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