Sevilla

Cuando se nace torero por Rafael PERALTA REVUELTA

La Razón
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Llegan los fríos del otoño, mientras en la dehesa, nos sorprende el cromatismo de los becerros que hace unos días nacieron del vientre de las vacas bravas. Cuando ya terminó la temporada, el campo tiene un sabor especial en llanuras donde el ganado pasta en libertad alrededor de la plaza de tientas. En un burladero, están preparados los «avíos» de torear. El joven maestro recoge el capote con sus manos, acariciando levemente el albero. En su sangre, toda la casta de los toros de Zahariche, del hierro de la «A con asas», mito y leyenda de la historia de la tauromaquia. Actualmente, no está en activo pero, recientemente, toreó un festival benéfico. Con chaquetilla corta de solapa, como los antiguos garrochistas –impecable su estampa– volvió a triunfar cortando dos orejas. El toreo es y será su vida. Porque lo lleva en las entrañas, en cada letra de sus apellidos. Por eso continúa ligado a la fiesta como hombre de confianza de otros diestros. Por eso tiene la necesidad de comunicar los secretos y la grandeza del toro retransmitiendo corridas o en conferencias donde nos muestra el paralelismo de una de las profesiones más arriesgadas del mundo con el entorno empresarial. Apoderado, comentarista, conferenciante, su perfil didáctico acerca a todos los públicos la autenticidad de una profesión que está llena de valores vitales: la valentía, la destreza, el afán de superación, la humildad, el esfuerzo. Ahora, también dirige un proyecto que trata de acercar el toreo al gran público: el Club de Aficionados Prácticos Taurinos. Siga creando afición, maestro. Ayer le ví torear en el campo. Y permita que me emocione y salga de mí un ¡óle! al oír los compases de ese pasodoble de seda y oro, de sones de palio macareno, que lleva el nombre de un torero cabal y señor: Dávila Miura.