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Estética política por José María Marco
Según los estereotipos políticos tradicionales, Kennedy, el presidente norteamericano asesinado en Dallas, debía haber sido el candidato de la derecha. Era el hijo de un multimillonario, criado entre algodones y casado con una celebridad de apellido europeo. En cambio, acabó encarnando las aspiraciones de la izquierda. Enfrente tuvo a Nixon, un hombre hecho a sí mismo, sin apoyos ni apellidos, que luchó siempre contra el «establishment» oficial… y acabó representando a la derecha, es decir, a los privilegiados.
Fue entonces, en los años 60, cuando se empezaron a desbrozar los esquemas políticos vigentes hasta hoy. La izquierda, fiel a su relato mítico, sigue apelando a la retórica de la representación de los oprimidos y las clases desfavorecidas. Ahora bien, la izquierda ha sido cada vez más un movimiento de elites, ajena a la realidad social. Aspira antes que nada a reafirmarse a sí misma y a reeducar al resto de los mortales en sus altos valores: cine de autor, instalaciones de arte conceptual, relecturas politizadas del repertorio teatral u operístico, la nueva cocina. Desde los años 60, la izquierda nos enseña a los pobres mortales el sibaritismo como gran –y único– gesto revolucionario.En el resto del espectro político, es decir entre todos aquellos que no tienen ideología clara o se mueven entre tendencias más o menos liberales, conservadoras, cristianas o incluso socialdemócratas, hay quien se ha dejado deslumbrar por la primacía de la estética y sigue mansamente la corriente. Otros muchos siguen sin darse cuenta del valor simbólico e ideológico que ha tenido este asunto. Otros, en cambio, apelan conscientemente a los valores tradicionales que el elitismo de la izquierda califica de populistas.
Esto explica en parte –por volver a Estados Unidos– lo que le está ocurriendo a Mitt Romney en las elecciones primarias. Romney es el perfecto candidato republicano, experimentado gestor y empresario de éxito. Pues bien, se ha enfrentado a una competencia más dura de lo previsto por parte de otros candidatos que apelan a los trabajadores, a la clase media, a los valores que la izquierda desprecia. Por su condición de miembro de la elite empresarial, Romney corre así el riesgo de ser identificado con esa izquierda de la que le hace falta distinguirse.
En España, la estética ha jugado un papel tan importante como las ideas en la historia política reciente. Algo ha cambiado, sin embargo. El PSOE, después de cultivarlo con éxito durante años, ha acabado encerrado en el elitismo estético como principio de identidad política e ideológica. Fuera de las universidades públicas, fuera de algunos medios de comunicación y de algunos circuitos de cultura oficial que no sobrevivirían sin dinero gubernamental, la actitud de la izquierda que ha encarnado el PSOE empieza a perder pie. Gestionados con prudencia, pero con conocimiento de causa, los efectos de esta nueva situación pueden ser muy relevantes.
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