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Lorca

Cómo ha pasado el tiempo

La Razón
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Leía que Pinito del Oro había cumplido 80 años. De pronto, se me vino mi infancia como si fuese una película. Pinito, estoy seguro, a muchos les sonará a chino, pero fue una auténtica estrella del circo y, además, personaje muy conocido y querido. Para mí, fue un acontecimiento cuando fui a verla al desaparecido Circo Price de Madrid. El cambio de España en cuanto a tener personajes mundiales ha sido total. Hoy nuestros artistas, deportistas, médicos, arquitectos… son figuras mundiales y se les reconoce por su talento. No pasaba lo mismos entre los años 50 y 60 de la España ajena al mundo. Carecía de personas vivas que fueran universales. Y los que tenían este estatus eran personas como Picasso, abominadas por el régimen. Pinito tuvo un momento glorioso, hasta el Nodo, que era lo máximo a lo que se podía aspirar, nos informó a través de los cines de España que una mujer canaria había doblado los números de trapecio de la protagonista de la película de Cecil B. DeMille «El mayor espectáculo del mundo». Fue un auténtico revuelo. Como decía antes, en los últimos años nuestros hombres y mujeres no doblan a los protagonistas. Son ellos los que protagonizan grandes acontecimientos. Tanto que nos da casi igual. Todavía hay cosas que, afortunadamente, no me dan igual. He defendido desde hace cinco años el programa de Canal Sur «Se llama copla». Es entretenido, se protege un género que es muy de nuestra tierra y, de alguna forma, en el mejor de los sentidos, demuestra que los tópicos casi siempre responden a realidades. Que Andalucía es tierra de artistas se puede comprobar en cada edición del referido programa. Hay chicos y chicas que cantan como auténticas primeras figuras. Este año, hay un gitanito que no dice tres palabras seguidas sin que sea un verdadero atentado al diccionario, que tiene un aspecto de bobalicón de tan bueno como parece, pero que cuando se sube al escenario se transforma en una auténtica estrella. El sábado pasado cantó unos tientos de Manolo Caracol que hizo que, por primera vez, el jurado se pusiese en pie aplaudiendo. Este monstruo se llama Jonathan, que es lo único que desentona para un gitano que, como el de Lorca, merece medallones de marfil.