Casa Real
Tras los pasos de Lady Di
Los duques de Cambridge ya han encontrado su nidito de amor en Londres. Aunque la residencia oficial de la pareja está en Anglesey, una remota isla al norte de Gales, cerca de la base de Valley de la Fuerza Aérea Real, donde Guillermo presta servicio, se había especulado mucho sobre dónde y con quién compartirían techo durante sus escapadas privadas y actos en la capital.
Se suponía que iban a tener una agenda despejada durante sus primeros años como casados, pero lo cierto es que desde que se dieron el «sí quiero», hace poco más de dos meses, se les ha visto en más de una ocasión por la ciudad del Támesis. Hasta ahora, cada vez que el joven matrimonio se desplazaba hasta Londres tenía que compartir piso con el príncipe Enrique en Clarence House, antigua residencia oficial de soltero de Guillermo. Y no es que la relación entre hermanos sea mala, pero como toda pareja, los duques también necesitaban su espacio y pronto se les ha encontrado un apartamento en el Palacio de Kensington.
El lugar es más que especial para el heredero de la Corona británica, ya que fue allí donde se trasladó Diana de Gales tras su divorcio con el príncipe Carlos y donde los niños pasaron su feliz infancia corriendo por los jardines. Aunque el apartamento destinado a los duques consta de habitaciones en las que nunca estuvo Guillermo cuando era pequeño, queda de algún modo la sensación de volver a casa.
El Palacio siempre fue la primera opción para el príncipe, pese a las advertencias de Scotland Yard. Los expertos en seguridad le indicaron antes de la boda que no era el mejor lugar, ya que al ser un punto sumamente transitado por los turistas hacía más difícil mantener su tan ansiada privacidad. Cada año, alrededor de 250.000 personas pasean por sus jardines y se espera que la cifra aumente hasta los 350.000 el año que viene, cuando estén finalizadas las obras de reconstrucción. Quizá sea por este motivo por lo que desde el Palacio de St James se haya especificado que la mudanza será únicamente de «manera temporal».
La pareja se podría instalar en su nueva casa incluso esta semana, es decir, antes de iniciar su primer viaje oficial –a Canadá y California– a finales de este mes. Catalina es consciente que éste supondrá su puesta de largo al otro lado de charco, por lo que el vestuario que lucirá en cada jornada tiene que ser clave. Después del enlace, la «Katemanía» ha crecido más aún si cabe y los modelos de la duquesa desaparecen en cuestión de horas en cuanto sale a la luz el nombre del diseñador. Por ejemplo, el vestido que lució tipo «bandage» color nude, de la marca Reiss y valorado en 200 euros, durante la recepción con el matrimonio Obama, se agotó a las pocas horas de salir en televisión, colapsando la página web de la firma.
Expondrán el vestido de novia
Con todo, Catalina sabe que hay un vestido que siempre será único y exclusivo para ella, el del día de su boda. Conscientes de la expectación que aún genera, los asesores del Palacio de Buckingham han decidido incluir este año el diseño de color marfil de Sarah Burton, de la firma Alexander McQueen, en la exposición que anualmente se hace en verano en la residencia oficial de la reina de Inglaterra. La muestra abrirá sus puertas al público entre el 23 de julio y el 3 de octubre y los visitantes podrán ver también el velo y la tiara que llevó Catalina el gran día.
El recuerdo
Eran tiempos felices. Aunque el príncipe William no lo puede recordar, aquella primavera de 1983 a Lady Di se la veía exultante en los jardines de Kensintong Palace con su hijo en brazos.
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