Lisboa
Tan lejana
Desde niño soy un enamorado de Portugal, de lo portugués y de los portugueses. Admiro, ante todo, su buena educación, su cortesía y su patriotismo. De ello nos dan lecciones todos los días a los españoles. Y entiendo perfectamente las reservas que tienen hacia nosotros. No me refiero a los portugueses que quieren a España, sino a su gente en general. Los españoles no hemos sido simpáticos, ni comprensivos ni humildes con Portugal, esa pequeña nación vecina y hermana que navegó por el mundo tanto o más que nosotros, y que mantuvo hasta trasanteayer un imperio colonial impresionante. El portugués se habla en Brasil, y en Macao, y en Angola, Mozambique, y en Timor. Ellos abrieron la ruta de la seda superando el Cabo de Buena Esperanza, y fueron los primeros occidentales en pisar las tierras de África del Sur. De joven, en los viajes por carretera a Lisboa y Estoril, me maravillaba el buen gusto de las «pousadas» y restaurantes portugueses. Contagio británico, no en vano la histórica amistad angloportuguesa ha dejado sus huellas de la armonía. Pero Lisboa estaba lejísimos. Luis María Anson conducía desde Madrid a Estoril su «Seiscientos» en doce o catorce horas. Y yo recuerdo aquellos viajes excesivamente largos. Pero con premio final. Llegar a Estoril y recibir, de golpe, una lección permanente de buena educación.
Creo que el Gobierno de Portugal se equivoca abortando el proyecto del AVE entre Madrid y Lisboa. A estas alturas, no pueden existir recelos. El flujo de turistas españoles a Portugal y de portugueses a España, aumentaría con exageración, y eso es bueno para las economías de nuestra península en común. Los españoles somos más y un poco más ricos, aunque eso de la riqueza en estos tiempos anime un tanto a la risa. Para mí, que en Portugal se temen una desmedida presencia de españoles que podrían llegar a Lisboa en poco más de tres horas. También España se llenaría de portugueses, y bienvenidos sean siempre. La superación de las aristas y los resquemores históricos estaría asegurada. Modestamente, y sin ánimo de herir sensibilidades profundas y patrióticas que tan a flor de piel sienten los portugueses, en la actualidad Portugal necesita más a España que España a Portugal. Obstaculizar el acercamiento físico y anímico de portugueses y españoles, puede ser, en un futuro cercano, un grave error. Madrid fue la Capital que se inventó Felipe II cuando cometió el error de desdeñar Lisboa, con su Plaza del Comercio abierta hacia el Atlántico. Y siempre han vivido lejanas y de espaldas la una de la otra. Con el AVE, Madrid y Lisboa volverían a ser hermanas de verdad, cada una con sus características, sus peculiaridades y sus sentimientos específicos. Nos hallaríamos tan cerca que el olvido se haría imposible.
Si las circunstancias económicas impiden la construcción del AVE entre Madrid y Lisboa en la actualidad, mejor esperar tiempos de bonanza que emprender una obra menor que no reúna las ventajas del futuro. Reconstruir es siempre más caro. Así que un día, y me gustaría verlo, podamos disfrutar de la belleza y el señorío portugués en una cercana Lisboa, hoy tan lejana.
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