Barcelona
OPINIÓN: Iturralde el clásico sheriff
Un árbitro en El Paralelo
Iturralde es, además de protésico dental, piscis. Perdonen que empiece con un registro tan alto, pero la hagiografía camina, en ocasiones, por lugares inesperados. Iturralde es piscis por los pelos, por horas, de casualidad, de chiripa, pero piscis. Podría haber sido acuario, pero eso nos lo reservamos Mourinho y servidora, que somos igual de inaguantables. O capricornio, como Guardiola, pero eso lo dejamos para los elegidos. Los piscis son muy buena gente en el fondo, aunque demasiado imaginativos, de tal forma que asumen con dificultad la realidad. Tienen la voluntad algo débil, se dejan llevar por los demás y no soportan las críticas, mucho menos si vienen de personas pedantes o creídas, aunque tampoco poseen la energía para luchar contra el poder establecido.
Cuando los madridistas y los culés hayan repasado las características zodiacales de Iturralde ya habrán supuesto que no les queda otra que el reclinatorio y rezarse media docena de rosarios, porque este hombre sale a pitar y se puede montar una zapatiesta fina. Además del destino inexorable que le marca su carta astral, a Iturralde tampoco le va a ayudar la grada del Camp Nou, recién salida de la resaca electoral y con vocación de sucursal del Mesón de Cándido. Tampoco le va a hacer un favor el empeño creciente de Xabi Alonso por ocupar, además de su demarcación, el puesto de trencilla. No ayudará la teatralidad de Alves, el histrionismo de Cristiano, el ánimo de lunes del ambiente. Así que, lejos de atizarle, salga desde aquí nuestra simpatía y solidaridad para Iturralde, agradeciéndole de antemano su facilidad para hacer de cualquier partido algo tan entretenido. ¡Venga ese abrazo, Iturralde!
María José Navarro
Árbitro nostro
Los árbitros españoles son los capataces del cortijo de los grandes, los «tíos Tom» que alejan a los extraños de las plantaciones de los amos, léase el título. Dos historias verídicas, como los chistes del inolvidable Paco Gandía, demuestran que Iturralde no es la excepción.
Febrero de 2004: el Madrid galáctico ha ganado 2-0 la ida de las semifinales de Copa al Sevilla y todo está preparado para la final del Centenario en el Bernabéu, pero el Sevilla de Caparrós, esa maravillosa jauría de machos enloquecidos, mete el 1-0 a los veinte segundos del partido de vuelta. El Sánchez Pizjuán es un manicomio en el que Zidane, que nunca se caracterizó por su flema, pierde los estribos y agrede a Pablo Alfaro. Roja directa. En el descanso, Valdano irrumpe en el vestuario de Iturralde para hacerle ver la inconveniencia de una hipotética eliminación madridista. Mensaje captado: Javi Navarro es expulsado en la primera jugada de la segunda parte.
Junio de 2007: el Barcelona y el Madrid se juegan la Liga con la incómoda presencia del Sevilla. Iturralde pita en Mallorca, donde los sevillistas se enfrentan con su ex compañero Héctor. Cero a cero a falta de un cuarto de hora y penalti clarísimo del defensa. Nada. Segundo patadón dentro del área. Nada. Tercera entrada alevosa del zaguero local. Nada. Desesperado, un futbolista protesta. «Sabes que no puedo pitar», le dice. Fin.
Ahora que los dos grandes se enfrentan, se ha designado a un colegiado de probada fidelidad para con Madrid y Barcelona. Si se equivoca, que nadie pueda afearle una hoja de servicios impoluta en el auxilio de quien menos lo necesitan. Uno de los nuestros, o sea, de ellos.
Lucas Haurie
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