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Salvar a los perdedores a golpe de excelencia por Eugenio Nasarre

No hay atajos para dar la vuelta a las cifras de fracaso escolar y del informe Pisa: fomentar la calidad en las aulas nos atañe a todos 

La Razón
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Ya sabemos algunas cosas sobre esta crisis. Que los primeros perdedores están siendo los jóvenes: 1,2 millones de menores de 25 años ni estudian ni trabajan. Que es una crisis de larga duración: más de lo que duró la Segunda Guerra Mundial. Que la renta real per cápita de los españoles ha descendido ya a los niveles del comienzo del siglo. Que nada va a ser como antes, después de unos años de bonanza económica que se tornó en borrachera.

Tenemos que preparar el futuro con bases más sólidas. Hemos de ser conscientes de que no hay atajos. Y ello nos exige un gran esfuerzo de reconstrucción de nuestra vida nacional en todos los ámbitos. Lo hemos de concebir como una tarea patriótica que nos incumbe a todos.

La educación está en el primer lugar de esta tarea. Nuestro sistema educativo se ha deslizado por la pendiente de la mediocridad y expulsa de su seno al 28 por 100 de los jóvenes sin título ni cualificación profesional suficiente para entrar en el futuro mercado del trabajo, que será mucho más exigente. Esto es lo que tenemos que cambiar. El inmovilismo es nuestro peor enemigo.

Doble objetivo
El objetivo central debe ser doble: retener a los jóvenes que abandonan su formación tempranamente y elevar los conocimientos y la preparación de todos. Éste es el sentido de la reforma de la Educación Secundaria que está emprendiendo el ministro Wert.
La Formación Profesional es pieza clave de esta reforma. Su actual modelo nos aleja de Europa. Aquí sólo un tercio de los que acaban la Educación Secundaria general optan por la vía de la Formación profesional. Es exactamente la mitad de lo que ocurre en Europa. Por eso tenemos que caminar hacia un modelo de formación en alternancia (centro educativo y empresa) para que muchos jóvenes logren su inserción en el mundo laboral. Necesitamos para ello una nueva mentalidad, en la que la colaboración de las empresas resulta esencial. Si no logramos afrontar este desafío, sencillamente habremos fracasado.

Pero, por encima de todo, es imprescindible introducir en la escuela el espíritu del trabajo, asumir que antes de derechos toca hablar de deberes. Hay que premiar a los que más se esfuerzan, a los que se lo merecen. Una de las novedades de la última ley educativa socialista (2006) fue –¿no resulta inexplicable?– conceder a los alumnos un presunto derecho de huelga por decisión colectiva. Ésos han sido los planteamientos que han propiciado un clima funesto en nuestro mundo educativo y que han provocado que muchos jóvenes sean las primeras víctimas de la crisis.

 

Eugenio Nasarre
Vicepresidente de la Comisión de Educación del Congreso