Estados Unidos
La madurez del «soccer» por Lucas HAURIE
En el ideario del deportista norteamericano de cualquier disciplina no existe la palabra rendición. Los mueve todavía el espíritu conquistador de los pioneros. Desde que el Secretario de Estado Henry Kissinger se empeñó en implantar el «soccer», que lo cautivó en su infancia de niño judío-alemán, su progreso ha sido exponencial. No faltan a un Mundial desde 1986 y ayer superaron la fase de grupos por tercera vez consecutiva. En chicas son una de las primeras potencias mundiales y no hace falta recordar el disgusto que nos dieron los marines del sargento Bradley hace un año en esos mismos campos surafricanos.De no haber mediado el milagro de Donovan, Estados Unidos hubiese sido la primera gran damnificada por los arbitrajes en este Mundial, tras dos anulaciones de gol injustas. Pero son primeros y, por tanto, legítimos aspirantes a una plaza en cuartos.En los octavos del Mundial que organizaron, en 1994, la bisoña selección de Lalas y Wynalda se enfrentó con Brasil. Dan Peterson, un entrenador de baloncesto americano afincado en Italia, pidió en un artículo a los que después fueron campeones que «nos metan todos los goles que puedan, ésa sería la mayor muestra de respeto a nuestro fútbol». Así afrontan los estadounidenses el deporte, como una guerra en la que no cabe la piedad con el adversario. Un rollo darwinista muy en consonancia con el «american way of life», esa filosofía que propugna la igualdad de oportunidades y la estricta meritocracia. Empezaron como botones y ya huelen el despacho de los jefazos. Siempre se dijo que el futuro del fútbol era África, pero el continente anfitrión ha decepcionado, otra vez, y América sigue siendo la tierra de las oportunidades.
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