Sevilla
Pícaros de nuevo cuño
La figura del pícaro es, sin ningún género de dudas, uno de los grandes aportes de la cultura española a la universal. Desde que Alfonso de Valdés trazó las aventuras del Lazarillo de Tormes, el género obtuvo un éxito tan extraordinario que a él fueron añadiendo aportes figuras de la talla de Cervantes o Quevedo e incluso las novelas de tercera fila resultan verdaderamente notables. En otras naciones, sin duda impresionados por el descollante talento hispano, intentaron copiar nuestras novelas, pero no lo consiguieron. Los alemanes no pasaron de un Simplicissimus al que habría desplumado Rinconete en una sola partida de cartas, y el Scapin de Moliére le hubiera durado menos a la Garduña de Sevilla que un pan al pobre Lazarillo. El pícaro –aceptémoslo– es tan esencialmente español como el vino de Jerez, el pescaíto frito o la paella valenciana. Sin embargo, históricamente, el pícaro siempre aparece retratado como flor de la marginación. Se trataba de un personaje que se veía, con harto dolor, fuera de la sociedad y que, para sobrevivir, tenía que ingeniárselas más allá de la moral. El pícaro nunca formó parte del sistema por la sencilla razón de que ese mismo sistema lo aislaba, lo perseguía y, si se daba el caso, le daba de palos o lo ahorcaba. Su historia, por definición, acababa mal o, al menos, en una sumisión dolorosa a un mundo invencible que lo mismo le obligaba a exiliarse que a convertirse en un cornudo consentido. Gran logro del PSOE y de los partidos nacionalistas ha sido el de redimir al pícaro de esa posición marginal para transformarlo en parte relevante, incluso esencial, de sus gestiones de gobierno. Si el caso del Palau catalán haría que Guzmán de Alfarache abriera los ojos como platos, el denominado «fondo de reptiles» de Andalucía no hubiera sido capaz de administrarlo Monipodio ni respaldado por toda su banda de ladrones, coimas y tahúres. Creado desde la presidencia de la Junta de Andalucía por Manuel Chaves y su sucesor Griñán, el mecanismo ha permitido durante años que gente que no trabajaba en determinadas empresas haya podido prejubilarse en ellas como si se hubieran pasado la vida ganándose el pan con el sudor de la frente. No hace falta decir que todas esas prejubilaciones fraudulentas las pagamos con nuestros impuestos los que no nos dedicamos a estafar al prójimo sino a trabajar honradamente. La trama de corrupción –que, presumiblemente, podría triplicar la cuantía del escándalo Gürtel– se vincula de manera nada sorprendente con cargos públicos, miembros del PSOE y sindicalistas de la UGT. Quizá no cabe esperar otra cosa cuando se lleva gobernando casi tanto como el general Franco, pero es que, lamentablemente, el problema no se limita a Andalucía. A decir verdad, la más que posible aceptación por parte del PSOE y del PP de una propuesta de CiU para que sean impunes los directivos de las cajas de ahorros con agujeros como la fosa de las Marianas indica que la picaresca pasea por los barrios más diversos. Desde luego, de vivir en esta época, el Buscón hubiera parecido más infeliz que nunca y el Diablo Cojuelo hubiera resultado un pobre bobo comparado con esa gente que se envuelve en la bandera de los obreros o en la de la construcción nacional de Cataluña para vaciarnos más fácilmente los bolsillos.
✕
Accede a tu cuenta para comentar