Murcia
OPINIÓN: La nieve
Con la llegada de las primeras nieves a la Región, los más optimistas -¿queda alguien así?- comentan el refrán como si mentaran al Santo: «Año de nieves, año de bienes». Lo vuestro no es optimismo, sino fe ciega. ¿Bienes?.¿Bienes de quien?, se pregunta el resto del pueblo, mientras ve cómo sus hombreras se cubren de blanco en la cola del paro. «Serán los bienes de quien los tenga», le responde el resto, que todavía no está parado, desde el bar de enfrente de la Oficina de Desempleo. Porque, cuando llega la nieve, uno siempre tiene la ilusión de que el paisaje habitual va a cambiar definitivamente. Pero la nieve, que no deja de ser un salvapantallas del carajo para los ordenadores, sólo es un efecto ilusorio para todo lo demás. ¿En qué se convierte la nieve de un camino a los diez minutos de transitarlo?. En barro. Y salvo que anden cerca los equipos de esquí alpino y los de mantenimiento de la estación pija, la nieve no es más que un rato de diversión para niños que la descubren por vez primera y, en general, un coñazo para la gente que aún tiene trabajo y debe salir de su casa, llevar a los nenes al cole y arrancar el tractor sobre un campo nevado con las coles debajo, más frías que Lenin. Los que habéis llegado hasta aquí sin pasaros a la noticia de al lado, habréis descubierto lo poquísimo que me pone la nieve. Pues ya que estamos, ni la nieve, ni los albertotomba de fin de semana que esperan el copo para estrenar socialmente lo que se han comprado en Simago. Porque otra cosa son los que sienten la nieve como algo suyo, van a la estación a llorar cuando no nieva y madrugan en año nuevo para ver las competiciones de salto, que ahí me callo como un Pepe. Hay de todo en la botica de un país, donde los bienes no los trae ya la nieve, ni la madre que la parió. Que haya alivio y sálvese el que pueda.
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