Londres
Psicobiografía del general De Gaulle
lTítulo:«El general Charles De Gaulle y la Francia que él salvó».l Autor: Jonathan Fenby.l Edita: Simon &Shuster.l Precio: 27 euros.
El general Charles de Gaulle transitó la segunda parte del siglo XX entre variadas interpretaciones psicoanalíticas. El historiador británico Jonathan Fenby en la última biografía de esta Juana de Arco aporta retratos bipolares, extravagantes y tremendamente tiernos del paladín de la Francia libre. Relata el almirante Philippe de Gaulle que su padre le llamaba de usted igual que a su hermana Elizabeth y también a su madre Ivonne. La esposa lo llamó siempre «mi general» y los hijos suponen que así era hasta en la cama.En los albores de la II Guerra Mundial el general Gueverian publicó «Atchung Panzer», donde desarrollaba la Blitz Krieg , un modelo de guerra por la que, con gran velocidad, columnas apretadas de divisiones acorazadas y mecanizadas debían penetrar las líneas enemigas como una lanza ardiente en una masa con mantequilla. De Gaulle también fue un teórico de la guerra blindada pero su libro pasó desapercibido en el Estado Mayor francés. En 1940, franceses e ingleses sólo despegaron unidades dispersas de tanques como apoyo a una infantería en desbandada. No se habían leído ni a De Gaulle ni a Gueverian. El Mariscal Pétain estaba de embajador en Madrid y el Caudillo le dijo: «No vuelva, lo van a sacrificar». Pétain pidió el armisticio y el general De Gaulle se rebeló y tomó un avión hacia Londres. Ministros del gabinete de guerra que indagaron el asunto no lo estimaron apto para ningún papel relevante por su megalomanía, que rozaba con el delirio. Fue sir Wiston Churchill quien le prestó los micrófonos de la BBC para dirigirse al continente ocupado. Churchill admiraba a las personalidades fuertes, pero llegó a desesperarse con De Gaulle, que trataba de tú a tú al Imperio Británico cuando aún no contaba con la Resistencia. Su única esperanza era el general Leclerc. Éste le dijo a su esposa que bajaba a comprar tabaco y regresó cinco años después de recorrer miles de kilómetros desde Senegal a París comandando una variopinta división de negros francófonos, franceses libres y republicanos españoles. Liberar París y poder dar de comer a sus habitantes no entraba en los planes de general Eisenhower, pero la brutal presión de De Gaulle y el temor a que los comunistas tomaran el control de la ciudad provocó que los Aliados desviaran su camino hacia Alemania.De Gaulle erguido y andando despacio hacia el Arco de Triunfo fue tiroteado por colaboracionistas sin que se le moviera el kepis, como si deseara que lo mataran en su momento de gloria.Nunca dio las gracias a nadie. Roosevelt no le soportaba. El primer ministro británico, Harold McMillan, estimaba que la arrogancia, el egoísmo y el patriotismo exacerbado de De Gaulle lo convertían en un aliado imposible. Asimismo, sostenía que en el general francés se concitaban el complejo de inferioridad con un desatinado orgullo espiritual. Los estudios psiquiátricos oscilan entre la personalidad de un maníaco depresivo o un narcisista constructivo. Si se atisbaba el truco podía llegar a ser desmedido en sus propuestas: su idea de una Francia atómica, el veto a Inglaterra para ingresar en Europa, sus continuas reticencias a EE UU, su engaño a los «pie noire», su exabrupto de «¡Quebec libre!», y su pacto con el general Masu para domeñar el Mayo francés. Sólo se le conoció una debilidad: su hija Anne, con síndrome de Down. Podía recorrer hasta doscientos kilómetros diarios para visitarla. Cuando murió a los veinte años, le comentó a su esposa: «Ahora ya es como los demás».Su mejor equilibrio mental lo encontramos en su oratoria. Su francés, con un vocabulario inabarcable, fue de los mejores entre sus contemporáneos. Atemorizaba a los periodistas y se decía de él que no daba conferencias de prensa sino conferencias a la Prensa. No se atrevían a hacerle preguntas.
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