Literatura

Lorca

Emilio Calderón / Escritor: «No me canso de reivindicar la falta de ayudas a Lorca»

«La situación en mi casa de Lorca no era la más idónea y por eso nos mudamos a Madrid»
«La situación en mi casa de Lorca no era la más idónea y por eso nos mudamos a Madrid»larazon

MURCIA-El día de los fatídicos terremotos de Lorca, Emilio Calderón (Málaga, 1960), se encontraba escribiendo la nota final de su último libro, «Los sauces de Hiroshima» en la biblioteca municipal de la Ciudad del Sol. Una nota en la que incorporaba la dedicatoria a las víctimas de la catástrofe japonesa de Fukushima...

-Sí, justo en el momento en el que estaba escribiendo sobre estas víctimas, yo también me convertí en víctima cuando la biblioteca se desmoronó. Fue una experiencia terrible.

-El alcalde de Lorca, Francisco Jódar, está previsto que asista mañana a la presentación de su libro en el aula de Cultura de Cajamurcia en Lorca, ¿tiene que ver su vivencia de ese trágico día?
-No sé si tiene que ver o no, pero lo cierto es que cada vez que he concedido una entrevista desde que he publicado el libro, no me he cansado de reivindicar la situación en la que está la ciudad de Lorca ahora mismo, por falta de ayudas que no llegan. Ahora estoy viviendo en Madrid, pero tengo una casa en Lorca en la que residí hasta hace tres meses. La situación de mi casa no era la más idónea y por eso decidimos mudarnos. Además ha habido muchas réplicas, por lo que al final vivíamos con miedo.

-Con este nuevo libro centrado en Japón cierra su trilogía asiática compuesta por «El judío de Shangai», ambientado en China y «La bailarina y el inglés», que tiene a la India como escenario...
-Sí. Yo lo que quería era escribir tres novelas que hablaran de las tres principales culturas asiáticas puesto que, a nivel de ficción, en el plano narrativo en España había muy poco.

-¿Por qué le atrae tanto el continente asiático? ¿Viaja allí con asiduidad?
-Sí, de hecho estas navidades pretendo pasar el fin de año en Shangai de nuevo. Desde que era joven mi padre viajaba mucho allí porque se dedicaba a la compra y venta de antigüedades. Recuerdo que siempre regresaba con objetos que para mí eran muy extraños e incluso casi maravillosos. Yo soñaba con estos lugares, por eso, en cuanto tuve independencia económica empecé a descubrir esos países.

-El hilo conductor de la obra es una serie de crímenes que tienen como víctimas a los supervivientes del holocausto nuclear de Hiroshima, ¿qué le ha llevado a abordar este tema?
-Cuando empecé a leer sobre la historia de Japón de la posguerra descubrí que las personas que habían sufrido el holocausto nuclear, los supervivientes de las bombas de Hiroshima y Nagasaki, se habían convertido en apestados dentro de la sociedad japonesa. Lo que ocurrió es que los norteamericanos impusieron una ley de silencio de forma que en Japón, en los años posteriores a la bomba, estaba prohibido escribir o pronunciar en un medio de comunicación la palabra átomo. De manera que los japoneses no sabían nada sobre lo que había ocurrido. Una vez que los norteamericanos se retiraron de Japón en el año 1952, se descubrió la realidad de estas víctimas y supervivientes. Como en ese momento poca gente sabía lo que había detrás de la energía nuclear, pensaron que estas personas eran enfermos contagiosos y los marginaron de la sociedad. Una vez que tuve conocimiento de la historia de estas personas decidí que fueran los protagonistas de la novela.

-¿Qué opina del uso de la energía nuclear en el mundo?
-Creo que implica más riesgos de lo que creemos. Además, la energía nuclear, que ahora tiene un uso industrial, fue creada con fines militares. La primera consecuencia es la bomba nuclear que se arroja sobre Hiroshima. Tenemos el problema de que no se han desarrollado convenientemente las energías alternativas y no me cabe la menor duda de que hay instalaciones nucleares que están obsoletas y en condiciones de baja seguridad. Por ello me gustaría que, poco a poco, se fuera cambiando la política energética de forma que no fuéramos tan dependientes de este tipo de energía, que no es inocua.

-¿Cómo podríamos catalogar su novela?
-La he vestido de novela policíaca y le he puesto un traje de thriller. Sin embargo creo que es una novela de personajes, donde lo que prima es el problema de identidad. Lo primero que se encuentra Japón cuando recupera su capacidad de Gobierno es un problema de identidad.
-Una de las características de sus novelas es dibujar personajes en una situación límite...
-Es algo que siempre me gusta, que anden entre esa línea tan difusa que separa el bien y el mal. Por eso es una de las razones por las que siempre ambiento las novelas en épocas de conflicto, porque es en esos momentos cuando una persona tiene que tomar decisiones que verdaderamente ponen en entredicho su condición moral. Cuando alguien está sumido en una época de incertidumbre o de guerra, el bien o el mal, desaparece. Esa barrera queda prácticamente diluida y uno acaba haciendo cosas que en circunstancias de paz no haría.

-Para documentarse habrá leído bastantes libros de Yukio Mishima, ¿qué le lleva a introducirlo como personaje en su libro?
-Mishima es precisamente el máximo exponente de ese problema de identidad que tiene Japón en la posguerra. Mishima no acepta la transformación de Japón en una potencia moderna y se aferra a las tradiciones ancestrales. Es un claro exponente de este Japón contradictorio que se resiste a dar el paso hacia la modernidad.

-¿Qué otros proyectos tiene en marcha?
-Tengo terminada una novela que tiene como protagonista la Biblioteca Nacional de Madrid, que es donde suelo trabajar. Imagino que verá la luz el año que viene.

 

En primera persona
–Dígame un referente.
–Gandhi.
–Un sueño
–Que se acabe el hambre en el mundo.
–Una filosofía de vida.
–Carpe diem.
–Qué admira.
–La franqueza.
–Qué detesta.
–La injusticia.
–Una frase.
–«Es necesario cambiar las cosas para que todo siga igual».
–Un escritor.
–Joseph Conrad.
–Una comida.
–La paella.
–Un libro.
– «La isla del tesoro» de Stevenson.
–Un recuerdo alegre.
–El día que gané el Premio Fernando Lara de novela.
–Una ciudad.
–Hong Kong.
–Una preocupación.
–La salud de mi familia.