Nueva York
Desnudos sin adornos por Antonio Parra
M ar Sáez, también excelente periodista (es redactora de cultura de este periódico) ha dado ya grandes muestras de su talento como artista audiovisual y fotógrafa, muchas veces merodeando el papel de la mujer en las sociedades contemporáneas, desde luego, con un enfoque crítico hacia la relegación que ha sufrido esta. Baste mencionar su trabajo en la muestra colectiva «Ocho poéticas de mujer», celebrada en 2009 en The Gabarron Foundation Carriage House Center for the Arts, en Nueva York. Ahora, en el Centro Párraga de Murcia, y hasta el 13 de octubre, muestra, junto a la escritora Idoia Arbillaga (también columnista de La Razón y finalista en 2008 del prestigioso premio Adonáis de poesía) «Mujeres invisibles», un trabajo compuesto, por tanto, por las fotografías de Mar y los poemas de Idoia, conformando un discurso que se complementa foto a foto y poema a poema.
Imágenes y poemas «descubren a la fémina oprimida por creencias e ideales que limitan su contorno físico y espacio mental». Como el nudo argumental de la muestra sostiene que el cuerpo de la mujer es cubierto a veces «con adornos y otros materiales para impedir la libertad natural que toda mujer posee», según puede leerse en el folleto de la exposición, las imágenes ofrecen el cuerpo desnudo de una mujer, lo que implica, según el discurso de las autoras, un ser, y simboliza lo humano y liberalizador del yo.
El arte feminista (que no de mujer) surgió en Estados Unido en los años sesenta, con movimientos tan notables como el pattern painting, que de forma significativa ha representado en nuestra Región Sonia Navarro. En España, el arte y la fotografía propiamente feministas surgirán ya en los años noventa, con artistas como Eulalia Vadllosera o el colectivo Cabello/Carceller.
En cuanto a la literatura de mujer, feminista o no, pero con una visión crítica hacia el hombre y hacia el papel al que ha relegado históricamente a la fémina, existe una larga tradición, desde la criolla Juana Inés de la Cruz, a los años ochenta del pasado siglo, por hablar sólo de escritura en castellano. Baste recordar a poetisas como Ana Rosetti y su poema (en el que alude al uso de la publicidad) «Chico Wrangler», del poemario Indicios vehementes (1985): «Todo porque unas piernas, unas perfectas piernas,/ dentro del más ceñido pantalón, frente a mí se separan./ Se separan».
O la poesía de Almudena Guzmán, que también se dio a conocer en los años ochenta. Por ejemplo, estos versos del poemario Usted (1986):
«…Qué hago yo aquí medio borracha escuchando a este cretino que sólo sabe hablarme de la mili, mientras me tapa baboso la calle y la vida con su espalda. Y encima estoy sin tabaco».
El desnudo femenino
El desnudo femenino ha sido un motivo central en el arte occidental, desde las Venus transmutadas en vírgenes (con el consiguiente mito de la santa virginidad, ya con el neoplatonismo cristiano triunfante en la Edad Media y el Renacimiento). Sin embargo, como es lógico, el desnudo femenino de esta muestra va en la dirección contraria del desnudo clásico. Mientras que entonces se simbolizaba la pureza y se moralizaba contra la tentación, en una jerarquía de valores en la que el varón se situaba en lo más alto (véase el libro «El desnudo femenino. Arte, obscenidad y sexualidad», de Lynda Nead, Tecnos, 1998 ) el arte feminista en general y estas fotografías y poemas en particular (excelente el poema «Los límites de la belleza», de Arbillaga) trata en sus desnudos de mostrar a la mujer en esencia, como sujeto y no como objeto. Y más allá del discurso ideológico-político contra la visión estereotipada de la mujer (lo que no es poco), la muestra posee mucho interés desde un plano puramente estético y/o literario, dada la calidad de las fotografías y de las composiciones poéticas.
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