CRÍTICA DE CINE / «Transgression»: Todos culpables

Un robo puede destapar ciertos secretos de una familia acomodada que, de otra manera, quizá dormirían todavía en el fondo de cualquier cajón. Como una demanda de divorcio, por ejemplo. Y máxime, cuando los delincuentes, tipos con callo y violentos, están dispuestos a lo que sea por el contenido de una caja fuerte y cierta mochila repleta de euros. Enric Alberich no se arredra y, con una historia entre las manos demasiado corta (durante todo el metraje, víctimas y verdugos intentan controlar la situación e inclinar finalmente la balanza de su parte, todos armados, todos con parecida mala leche) y muy poca información sobre la pareja protagonista (de él sabemos que se trata de un empresario fraudulento; de ella, que tiene bastantes años menos y proviene de un ambiente miserable), nos cuenta con buenas maneras formales esta «Transgression», que pretendía convertirse en un claustrofóbico thriller pero que se queda escasa. Tanto cambiar la pistola de mano acaba por cansar a un santo.