Estados Unidos
El desafío de la República Dominicana por Rafael Díaz Cabral
La República Dominicana se halla ante una nueva encrucijada electoral. Y también, más que nunca, ante una nueva oportunidad histórica. Y esto es así por dos razones: porque de los dominicanos dependerá encaminar el futuro de forma adecuada y porque en las circunstancias actuales y en la coyuntura internacional, de todos y cada uno de ellos dependerá sumarse a la conquista de un desafío que hunde sus raíces en el periodo más fructífero de nuestro pasado: la Presidencia de Don Hipólito Mejía.
Las elecciones del 20 de mayo se disputarán en el campo de los dos partidos tradicionales, pero se resolverán en el terreno neutral de los que no se inclinan por ninguna de esas dos fuerzas, sino que deciden el voto en función de la personalidad, el proyecto y el liderazgo de los candidatos más allá del partidismo. Por eso, estoy seguro de que mis compatriotas apostarán por el progreso y por el cambio, es decir, por subir a nuestro país al tren de la historia para realizar un gran viaje de transformación de nuestra sociedad. El maquinista en ese viaje debe ser Hipólito Mejía, porque tiene experiencia, porque dispone ya de un legado tangible y porque apuesta por completarlo con políticas de Estado que vertebren el país desde la base social hasta el fortalecimiento y la racionalización de las estructuras políticas y administrativas.
Pertenezco a una generación de dominicanos que tuvo que buscar su futuro personal en el exterior. Estudié y trabajé en Estados Unidos y ahora lo hago en Europa, en España precisamente, donde hay una importante comunidad dominicana integrada. De mi experiencia en estos países se nutre mi convicción de que la República Dominicana dispone en estas elecciones de esa oportunidad para un cambio serio, ya que el programa de gobierno de Hipólito está conectado con las necesidades objetivas de nuestros conciudadanos y se asienta, además, sobre propuestas concretas que han tenido éxito en otros países, que son el fruto de la maduración y del análisis sobre lo que realmente necesita nuestro país.
Necesitamos crecer como país. Y para que eso suceda, necesitamos que nuestros ciudadanos, los más jóvenes y los que disponen de una formación más escasa y las mujeres, crezcan con conocimiento, aprovechando su talento y adquiriendo las herramientas formativas suficientes para sentar las bases de un desarrollo posterior. Un país que apuesta por la educación de sus habitantes es un país que invierte en el futuro de su economía, en la calidad de su sociedad y en la competitividad frente a sus vecinos. La base del progreso se asienta sobre la participación de todos en nuestra economía y por eso se hace más urgente que nunca un plan que dé la oportunidad de formarse a los que más lo necesitan. Un plan para entrenar a más de 800.000 dominicanos en formación para el empleo, con clases de 90-250 horas, que se debería desarrollar en los tres primeros años de gobierno, implicando a toda la comunidad educativa y atendiendo al pueblo dominicano que quiere crecer como tal, aportando lo mejor de sí mismo para hacer más grande y mejor nuestro país.
Mi experiencia personal me dice que eso es posible. La voluntad de Hipólito Mejía me dice, también, que es posible, y los sueños y ambiciones de los dominicanos son los que lo harán posible. Así es como empezaremos el cambio desde el mismo día 20 de mayo.
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