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El parche móvil
Bien, pues nos hemos quitado la legaña con la noticia del día que ya empieza a parecer vieja, lo de la bajada del límite de velocidad como fomento del ahorro y esas vainas, donde lo más llamativo en cuestiones de administración de energía se ha quedado en los esfuerzos para cambiar las señales.
Para el cambio de cifra han decidido utilizar una pegatina y uno ve a los operarios viéndoselas igual que con esos objetos pegajosos que mientras se sueltan de un lado se adhieren a otro hasta llevar a un irritante estado de desesperación. Todo para que alguien vaya por la noche, la despegue y se la agencie, que tiene pinta de ser lo que va a ocurrir estos carnavales para presumir de trofeo. «¿Todavía no tiene una pegatina de 110k/h en su poder? ¡Molan! Hasta la puede colgar usted luego en el dormitorio, el baño o la cocina». Aquí, aunque todo sea en precario, al final todo se aprovecha. Al mismo señor Rubalcaba se le ven naturaleza y manos hacendosas que lo mismo sirven para un roto que para un descosido, y de ahí esa alegría para usar las medidas políticas como parche aquí, retal allá, ropa interior de quita y pon y otras costuras rápidas para remiendos de sastrecillo valiente al que le reluce un destello en el dedal.
Alguien dijo hace muchos años una cosa como «vamos a dejar a España que no la va a reconocer ni la madre que la parió». Eso luego siempre confunde al visitante en las señales de orientación y reconocimiento. Por eso habrá quien ha decidido que es mejor el sistema del trilero, aquí lo pongo, aquí lo quito, por si hay que dejarlo todo como estaba. La solución, poner una pegatina. Que a poco que evolucione, puede transformarse en una etiqueta adherente señalando un país en liquidación. A más baja o más alta velocidad de venta, que es la que ahora contempla la ampliada mirada horizontal del señor Blanco en blanco.
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