Bilbao

El pacto de «manos libres» cumple un año

«Hubo desconfianza en los primeros encuentros secretos en un hotel», recuerdan los autores del vuelco en el País Vasco 

El lendakari, Patxi López, hizo ayer un llamamiento a la ciudadanía vasca «sin excepción» para que se una en un «esfuerzo final»
El lendakari, Patxi López, hizo ayer un llamamiento a la ciudadanía vasca «sin excepción» para que se una en un «esfuerzo final»larazon

El pasado 5 de mayo se cumplió un año de la elección de Patxi López como lendakari, el primero socialista. Una investidura histórica que conmemorará el domingo en el País Vasco el presidente José Luis Rodríguez Zapatero y que fue fruto de un acuerdo que se antojaba tan impensable como el cambio que entonces empezó a fraguar en la política vasca. Los protagonistas del pacto PSE-PP comparten con LA RAZON cómo se cocinó. La espita se abrió la noche electoral del 1 de marzo de 2009. «Cuando los números dieron», se produjo la primera conversación. El PP ya estaba dispuesto a apoyar un Gobierno socialista siempre que tuviese «contenidos» y el PSE aceptó inmediatamente esa posibilidad ya que tenía «muy mala sensación respecto a las posibilidades de actuación» con el PNV. Una de las claves para que dos partidos tan alejados sellasen un pacto de semejante calado fue, según el portavoz del PSE, José Antonio Pastor, el relevo meses antes de María San Gil en la dirección del PP Vasco y el hartazgo que produjo la deriva soberanista de Ibarretxe. El 4 de marzo, previa conversación de Patxi López y Antonio Basagoiti, los socialistas Rodolfo Ares (entonces secretario de organización del PSE) y Jesús Eguiguren (presidente del PSE), y los populares Iñaki Oyarzábal (número dos del PP Vasco) y Leopoldo Barreda (portavoz) se reunieron.

Barreda cree que el escenario era más complicado para los socialistas; Pastor niega que hubiera «reticencias internas» al pacto. Es más, señala que resultó más fácil de lo esperado recuperar «la confianza mutua» porque ambas formaciones acudían con «ánimo positivo» a favor del cambio político. Y es que, según destaca, el documento recoge «principios democráticos primigenios» (luchar contra ETA, respetar el marco jurídico, deslegitimar la violencia…) que «en Euskadi no se estaban cumpliendo del todo». Oyarzábal confiesa que Eguiguren les sorprendió «gratamente» y demostró que la voluntad de acuerdo era de «todo el PSE». Eso sí, ninguno esconde que en los primeros tanteos se miraban de «reojo». Pastor afirma que uno de los primeros encuentros en los que participó comenzó con «15 minutos algo violentos» hasta que se rompió el hielo. Un miembro de la comisión negociadora va más allá y desvela la «enorme tensión» que hubo en una reunión en la que participaron cinco representantes de cada formación. A partir de entonces, fueron dos por partido. La discreción era tal, que Oyarzábal descubre que hubo reuniones secretas en una habitación de un hotel de Bilbao y en la localidad vizcaína de Durango. La primera divergencia que se palpó en las negociaciones fue, según indica, que los socialistas pretendían «apoyo sin compromisos públicos» y los populares exigieron que éstos se plasmasen sobre el papel. Barreda describe aquel momento con una anécdota en la que cuenta que Ares ideó un primer bautismo informal que definía intenciones: «Pacto de manos libres». Muchos tachones y hasta diez documentos impresos hubo antes de alcanzar el definitivo.