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La nueva vida de las tiras cómicas clásicas

De «El pequeño Nemo» a «Krazy Kat», los cómics de los suplementos dominicales son ahora vistos como hitos creativos.

«The Yellow Kid», obra pionera de Richard F. Outcault.
«The Yellow Kid», obra pionera de Richard F. Outcault.larazon

BARCELONA- La reciente aparición de «The Acme Novelty Library», (Mondadori), de Chris Ware, ha dado un vuelco a la vida del cómic. Su deconstrucción de la viñeta, donde pueden caber hasta 80 en una sola página, ha cambiado la forma de leer las historietas. Ya no es una narrativa clásica, con ilusión temporal, de izquierda a derecha, sino una absoluta atomización de la historia, donde leer es un proceso activo, como buscar un tesoro. Y con Ware siempre se encuentra.

Gracias a él, se han vuelto a poner de moda los grandes pioneros del género, a los que Ware reconoce como sus maestros. Las tiras cómicas de Winsor McCay, George Herriman, Bud Fisher, Rudolph Dirks, Richard F. Outcault, Frederick Burr Opper, Frank King o George Verbeek se han sacado el polvo y han vuelto a reivindicarse. «Pasada la nostalgia, estas viñetas, que han permanecido dormidas durante décadas, volverán a la vida como obras de arte superiores», comenta Ware.


Un niño de amarillo
Los suplementos dominicales de los periódicos americanos fueron la plataforma donde todos estos artistas se dieron a conocer y donde el cómic, como gran fenómeno de la cultura de masas, se inició. El primero de todos fue Richard F. Outcault y su «Yellow Kid». Debutó el 17 de febrero de 1895 en el «New York World» de Joseph Pulitzer y su popularidad llegó a ser tan grande que Willian Randolph Hearst también lo contrató en 1897 para su «Morning Journal». El término «prensa amarilla» nació del hecho que los periódicos de Pulitzer y Hearst, que peleaban por el máximo sensacionalismo de sus historias, también compartieran a este simpático personaje, calvo, con orejas salientes y vestido amarillo. «Sólo tengo una petición para cuando muera, que nadie lleve un vestido amarillo», dijo Outcault, harto de la fama del personaje, y con otras maravillas como «Buster Brown».

El éxito de esta viñeta inició una búsqueda desesperada por repetir el fenómeno. De allí nació «The Katzenjammer Kids», de Rudolph Dirks, antecedente del «Zipi y Zape», de José Escobar. Aunque la gran revolución llegaría en 1905 con Winsor McCay y su «Little Nemo in Slumberland» (Norma Comics). Los sueños de un niño en un país de fantasía son uno de los grandes hitos artísticos del siglo XX. Su versión adulta, «Dreams of a Rarebit Fiend» es el antecedente de todo el surrealismo. «El dibujante debe crear, tiene que ver en su mente una situación, tal vez llena de vida y comedia, o dramática y trágica, y crear», afirmó McCay.

Otro de los hitos de la época es «The happy hooligan», la tira más divertida de todas, un pobre vagabundo que en su intención de siempre hacer el bien, acaba por crear el caos. Incluso sirvió de antecedente al mismo Charlot de Charlie Chaplin. «Todo lo que puede hacer un dibujante de cómics es asombrar y entretener a cualquiera que mire su trabajo. Si tiene lo que hay que tener, lo conseguirá», dijo Opper.

Y, por supuesto, está «Krazy Kat», de George Herriman, que Planeta deAgostini ha sacado sus tiras completas. El ratón obsesionado en tirar ladrillos a un pobre gato sin ninguna malicia ha influenciado desde «Los simpson» a «Mutts», «Calvin y Hobbs» y, por supueto, Ware. Una obra de arte para personas entre 1 y 100 años.