Castilla y León
OPINIÓN: Enseñar arte sin artistas
Las enseñanzas artísticas regladas de Castilla y León han construido, en pocos años, buena reputación, credibilidad y crédito, gracias a un proyecto que circulaba por los caminos de la exigencia y la calidad bajo el impulso y el esfuerzo de los profesionales que imparten la docencia.
Sin embargo, todo esto está a punto irse por la borda por la aplicación de medidas restrictivas incompatibles con la definición que de ellas da el Ministerio de Educación: «conjunto de enseñanzas del sistema educativo que tienen como finalidad proporcionar una formación artística de calidad y garantizar la cualificación de los futuros profesionales…».
Al igual que en un momento dado a la Consejería de Educación se le ocurrió que para ahorrar es mejor que los estudiantes de Periodismo no tengan periodistas entre sus profesores, ahora ha surgido la idea de impartir las clases de enseñanza profesional de danza sin músicos, algo que pone en riesgo la homologación de los estudios impartidos con el recurso del enlatado e inimaginable en cualquier centro de esta naturaleza que busque rigor y calidad en la docencia.
Sin necesidad de irnos a escuelas como las del Royal Ballet, la Ópera Nacional de París o el English National Ballet, donde jamás se plantearían el disparate de emplear un magnetofón para enseñar arte sin artistas, en cualquier centro oficial español sería inaudito, por ejemplo, impartir danza clásica sin pianistas o española sin guitarristas, ya que el proceso didáctico exige un continuo acompañamiento del movimiento con la música, lo cual no es un lujo –como quieren hacer ver algunos burócratas de la Junta, que de paso han doblado el importe de las matrículas- sino una necesidad.
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