Valencia
Frenado por un soplo del Levante
El Madrid, atorado, precipitado, deslucido, estresado, como denunció Khedira, serio en defensa y descontrolado del medio campo hacia adelante, asedió la portería del Levante, un soplo, no un vendaval, en el Ciutat de Valencia durante casi todo el partido y, sin embargo, Reina no hizo más de cuatro paradas; la última, providencial, en el minuto 94, cuando quitó a Higuaín el balón de los pies
Era el triunfo que, por ocasiones, hubiese merecido el Real. Por juego ya es más que discutible, porque, salvo ante el flojísimo Ajax, no ha cuajado un encuentro por el que hubiera que felicitarle.
Mourinho tiene algo claro, el equipo tipo que sólo alteran los imponderables. Pepe, que vio la doble amarilla por su mala cabeza contra el Espanyol, dejó su sitio a Ramos y Arbeloa ocupó el lateral diestro. Pues no engancha.
Es sábado, septiembre, noche agradable; las ocho, ni siquiera las diez; coletazos del estío: el Ciutat de Valencia, domicilio del Levante, no se llenó para ver al Real Madrid. La crisis económica es tan evidente como la de valores, o la del fútbol insuficientemente atractivo, hosco, fruncido y embarullado que demuestra este cuadro de Mourinho. Ha dado el mandamás con el «once», tiene un ideal que admite mínimos retoques, según las circunstancias, y no es compacto sino un totum revolutum, un lío inmenso.
El Levante, además de recién ascendido, es voluntad y orden, virtudes muy distantes, empero, de la calidad. A Luis García, su joven entrenador (37 años), habría que darle un sobresaliente por el juego metódico y disciplinado de su equipo, incapaz, no obstante, de acoquinar al Madrid y sin más respuesta que la presión y la defensa frente a rival tan poderoso. Si en el primer tiempo no perdió fue porque Reina despejó tres cuartos de gol a Cristiano Ronaldo y porque adivinó una vaselina a Di María. Sus zagueros se encargaron de importunar a los delanteros contrarios para forzar sus remates o desviarlos.
No fue mérito del Levante que el Madrid juegue inconexo y acelerado, «espídico», y que el equipo con más presupuesto del mundo tenga en el banquillo a un pirómano que no puede dar ejemplo de templanza a sus pupilos, algunos de los cuales saltan al campo con un mechero en el bolsillo. Verbigracia: a los 6 minutos, Higuaín recibió una fea entrada de Del Horno y desde el suelo le tiró una patada. En el minuto 20, después de un recado, también de Del Horno, Cristiano Ronaldo aprovechó que Delgado Ferreiro no miraba y que el balón estaba lejos para derribarle con malas artes y menos picardía. «Mou» saltó del banquillo y mandó al defensa levantinista a tomar vientos. Avivó las ascuas en lugar de apagarlas.
El Madrid no puede jugar con estas trazas; Mourinho tiene que serenarlo, procurar no agitar a las masas, propias y contrarias, y dotar a su equipo de los mecanismos futbolísticos adecuados, porque tiene materia prima, de sobra, para ello. Pero ocurre que la grada se encabrona con Cristiano –a éste, por cierto, le importa un higo– y cuando el ambiente se encrespa las ideas, pocas, no fluyen y saltan chispas. Así, jugadores temperamentales, pura raza, como Sergio Ramos, se encienden y hacen entradas que podrían acarrear una expulsión y se saldan con amarilla y gracias. La impaciencia es un mal generalizado en las filas madridistas y los piques, algo que habría que atajar.
El Madrid necesita calma y ciencia, para que su potencial ofensivo no se reduzca a arreones: hasta la media hora apenas tiró y en los últimos cinco minutos de la primera mitad estuvo a punto de marcar tres veces. El Levante se defendía, no sabe hacer otra cosa, y el líder mostraba sus carencias.
Con el ejército precariamente organizado, sin respuestas colectivas ni efectivas, Mourinho miró en la caja de repuestos. Di María se había apagado, como Higuaín, y Özil, prácticamente extinguido. Por el primero entró Pedro León, más gasolina para la banda derecha, y por el tercero, Benzema, más madera para el ataque.
Con Casillas de oyente, Marcelo se instaló en el campo contrario y el Madrid redobló esfuerzos; pero le faltaba lucidez. Con Pedro León llegó más arriba; pero el juego no varió: ni paredes ni combinaciones ni triangulaciones ni la profundidad precisa. Y crecía la ansiedad porque el Levante, con su formación de veteranos que militan en el ocaso y cedidos con alguna proyección, no permitía traspasar el área, a riesgo de cargar a sus zagueros, Cerra, Del Horno y Ballesteros, de tarjetas. Pero resistían el asedio, defendían con fe, despejaban con el pie, con la cabeza, con la espalda y con el pecho. Todo valía; y lo que más, la salida de Reina en el minuto postrero cuando arrebató el triunfo de los pies a Higuaín. Con el 0-0, el Levante hizo líder al Valencia.
Mourinho: «No es normal»
Cristiano se desespera porque el Madrid no carbura y él tampoco. Su puntería sigue sin estar afinada. En su especialidad, a balón parado, fue un cero a la izquierda. Hasta cinco veces, todos los lanzamientos directos de falta, los estrelló en la barrera. Pero «CR7» no es el único que, tras cinco jornadas, es presa de la impaciencia. A estas alturas, su técnico, también. «No es normal que necesiten tantas ocasiones para marcar. Por no marcar hemos perdido cuatro puntos. El equilibrio y la creación los tenemos, falta la finalización», dijo «Mou», quien atribuye la falta de gol a «una cuestión de rachas y de confianza». «Mis atacantes tienen calidad y si cambio alguna cosa en la manera de atacar no creamos tantas ocasiones», añadió.
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