Copa del Rey

Barcelona

Demasiado tarde Mourinho

El Barcelona, además de que juega muy bien al fútbol, tiene suerte contra el Madrid, que le planteó un primer tiempo sin complejos y llegó al descanso con dos goles encajados. Pero se rehizo, en el segundo, se sobrepuso a la adversidad porque tiene calidad para ello, tanta que en el décimo clásico bien pudo ganar en el Camp Nou; tanta, que ha sido eliminado de la Copa porque a su entrenador le dio un ataque de pánico en el Bernabéu, y no es la primera vez que le ocurre contra el Barça.

Demasiado tarde Mourinho
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Con la alineación de la semana pasada, Mourinho dio a entender que no le interesaba la Copa, que había descartado este objetivo para centrarse en la Liga, por ahora.
Experimento desesperado de consecuencias previsibles: ha caído en cuartos, y no contra el Alcorcón, como él subraya. Pero el primer gol se lo metió él a su equipo, a su afición, en su casa, con su lamentable planteamiento. Cuando el Madrid intenta jugar, lo consigue. Un asno jamás será un caballo de carreras, pero el Real es un purasangre. El balón no es su enemigo. Con la alineación de anoche, «Mou» permitió ver la calidad de Özil, sobre todo, de Kaká; pero también quiso demostrar que se pone al mundo por montera y alineó a Pepe en la defensa. El Camp Nou silbó al central; no hubo cabeza de cochinillo. Inicialmente no salieron ni Marcelo, en la grada, ni Benzema. Pinto, en la portería azulgrana, tendría que besar por donde pisa Guardiola, y éste, fiel a su estilo y al cancerbero; «Mou», al doble pivote, sin un estilo concreto, y al zaguero portugués. Es su derecho, y el 4-3 en el global de la eliminatoria, su derrota.

En los nueve clásicos anteriores, la posesión siempre fue del Barça; es decir, el dominio de la pelota y de la situación, lo que se tradujo en una sola victoria madridista, la recordada, ensalzada, argumentada y llevada en andas –o en autobús de dos pisos– final de Copa. El guión cambió en el décimo porque el tiqui-taca azulgrana no fue exagerado ni decisivo. ¿Cómo contrarrestarlo? Mourinho debería saber la respuesta y contestar en el terreno de juego. Cuando manejas una plantilla de 600 millones de euros y cobras diez netos por entrenarla, eso no tendría que ser un problema, aunque resolverlo consista en hacer un sobreesfuerzo para doblegar al mejor equipo del mundo. Ayer, sus jugadores rozaron la gesta.

Al Madrid, para empezar, le faltó fortuna, o serenidad, o acierto. A los 11 segundos, Alves y Piqué no se entendieron e Higuaín pifió lo que no suele fallar. Frente a Pinto, tiró fuera. No fue un espejismo del Madrid, que presionaba arriba, quitaba el balón al Barça y con Özil, Kaká y Cristiano se asomaba a los dominios de Pinto más a menudo que los azulgrana a los de Casillas. Cumplían los madridistas el mensaje de vísperas de los dos capitanes. «Nos dejaremos la vida», prometieron al unísono Iker y Ramos en la tele del club para convencer a la afición de sus intenciones 24 horas antes del partido. A un jugador del Madrid, como al soldado, el valor se le supone, y el de estos dos portavoces no está en duda. Tampoco el de sus compañeros.

Pinto despejó un disparo de Cristiano y Busquets rechazó con la mano, probablemente, el cabezazo del «apestado» Pepe. Teixeira I no lo vio; después, tampoco se percató del que hizo Pepe a Alexis. Por ese lado, empate a desaciertos arbitrales. Pidieron otro penalti los jugadores del Madrid por mano de Abidal, pero la chilena de Ramos fue juego peligroso, acaso. Para entonces ya se había lesionado Iniesta, otra vez el dichoso bíceps femoral. Le sustituyó Pedro, rematador de la primera jugada excelente de Messi. Se fueron a por él en la frontal Coentrao, Pepe y... Arbeloa. El canario, libre de marcaje a la derecha de Casillas, recibió la bendición del argentino y anotó el 1-0.
No merecía el Madrid la derrota, pero coincidió una genialidad de Messi con un despiste en las marcas y lo pagó. El castigo fue mayor cuando, en tiempo añadido, Alves soltó un derechazo que entró por toda la escuadra. Terminaba el primer tiempo, un penalti en cada área no pitado, la lesión de Iniesta, una tarjeta a Messi por patada por detrás a Pepe –en cambio Lass no vio la segunda por una acción más contundente sobre el argentino–, y 2-0 en el marcador.

Como Lass corría riesgo de ser expulsado, Granero entró por él y Özil resurgió. El alemán tiene lagunas, pero cuando «reaparece» es gloria bendita. Le dio el 2-1 a Cristiano, que dejó sentado a Pinto. Creció el Madrid, más cuando entraron Benzema y Callejón por Higuaín y Kaká, cansado. Precisamente el 2-2 se coció entre Karim y el canterano; a éste le rebotó el balón en la cabeza, lo recogió el francés, hizo un «sombrero» a Puyol y empató. El Madrid soñaba con las semifinales. Su ilusión estaba justificada, lo injustificable, la segunda amarilla de Ramos. La pena fue que el Madrid se ilusionó demasiado tarde. En el Bernabéu, Mourinho labró su desdicha.

 

Iniesta, otra vez el bíceps femoral
El enemigo al que más miedo tiene el Barcelona esta temporada volvió a aparecer a la media hora de juego ante el Real Madrid. El mayor temor de los azulgrana este curso son las lesiones en el bíceps femoral y la epidemia, que parecía olvidada, reapareció para llevarse a Iniesta al vestuario a los treinta minutos. Fue en una acción en la que luchaba con Arbeloa por la pelota cuando se lesionó el manchego, que después de ser atendido intentó seguir. Fue inútil, unos instantes más tarde se sentó en el suelo para detener el juego y pedir el cambio al banquillo. Los doctores azulgrana no tardaron en diagnosticar la rotura y colocar otra vez el nombre de Iniesta en una lista que empieza a ser interminable. Alexis, Pedro, Abidal, Fábregas y el propio Iniesta han pasado por la consulta de los doctores para superar problemas en el mencionado músculo. El internacional se someterá hoy a pruebas más específicas para conocer el tiempo exacto de baja.