País Vasco
Esperando a Rajoy el hombre tranquilo por Carlos Abella y Ramallo
Según todas las encuestas, en la noche del 20 de noviembre Rajoy será presidente. Según parece, ni el cese indefinido de la violencia de ETA, ni los vídeos insultantes sobre la educación con que inunda el PSOE, ni las gracietas y ocurrencias de las intervenciones del candidato Rubalcaba, ni los acostumbrados remoquetes de Guerra parecen influir en la decisión mayoritaria de los españoles, que quieren un cambio, y no sólo de Gobierno, sino del talante y de la manera de gobernar.
La crisis que perdura parece que ha abierto los ojos de una sociedad que por dos legislaturas quiso confiar más en las promesas que en la capacidad de cumplirlas de quienes las hacían.
Una sociedad mordida por el paro; desesperada de esperar los prometidos «brotes verdes»; atemorizada ante la perspectiva de la intervención comunitaria; incrédula ante los consabidos comunicados de ETA; ahíta de las fórmulas redentoras de última hora del envejecido candidato socialista; segura de no poder aguantar más el estado general de la nación, dividida en fronteras autonómicas y triturada en sus valores; una sociedad esperanzada al fin de que pueda llegar a la presidencia del país un hombre tranquilo, previsible, capaz, serio, que nos conduzca con pulso firme, con reflexión y sin improvisaciones, a un nuevo horizonte de esperanza. Por eso los encuestados confían en Rajoy.
Sin llegar a la noche del 20-N parece que todo se ha parado, esperando a Rajoy. Lo saben los de ETA y su entorno, que quieren acelerar como sea su hoja de ruta, pues saben que cuando llegue Rajoy no tendrá prisas ni improvisaciones. Lo saben los alterados y nerviosos mercados financieros que mantienen en vilo su espada de Damocles esperando las soluciones del hombre tranquilo. Lo sabe la Unión Europea, que le espera ya impaciente para anunciar la redención española. Lo saben los cinco millones de parados, los empresarios, los autónomos y, sobre todo, los jóvenes que no encuentran horizonte.
Sin llegar a la noche del 20-N también lo saben el Gobierno, los sindicatos, el candidato socialista, los antisistema y todos los apaniguados del pesebre social. Esperan ellos también a Rajoy y por ello no descartarán ningún medio para evitarlo. Es un negro augurio que cada vez se extiende más. Un infortunio de la política, el no saber perder y lo que no se obtiene en las urnas, tenerlo por el altercado, las algaradas callejeras y el desorden social.
Por eso pienso que a pesar de que España espere ya sólo a Rajoy, todos los que quieren un cambio de rumbo, un nuevo futuro y el renacer del país, tenemos que votarle abrumadoramente, para que ese hombre tranquilo y capaz tenga una mayoría suficiente que le permita hacer los cambios que el país espera de él.
No basta con que el Partido Popular consiga más diputados. Tenemos que ofrecerle una mayoría capaz de no tener que pactar con las antípodas de los intereses de España. Una mayoría que no tenga que someterse a los partidos separatistas periféricos, que ya están poniendo «condiciones» (siempre en moneda contante) si fuera necesario su voto. Una mayoría que pueda asentar la paz en el País Vasco sin concesiones políticas o morales. Una mayoría que prepare al país para un esfuerzo imprescindible que permita la reacción de la economía y el retroceso del paro. En resumen, una mayoría, en el Parlamento y en la calle, que sea capaz de sostener la necesaria reestructuración de un Estado desestructurado y remedie la trituración de los valores de nuestra sociedad a la que nos han llevado unos gobiernos inmaduros e incapaces.
En la espera del 20-N Rajoy va desgranando su pensamiento, sus fórmulas y remedios, sus certezas, los necesarios «chutes» de confianza, su promesa de rodearse de los mejores, de abrirse al diálogo con todos los partidos, de gobernar para todos los españoles, sin filias y sin fobias.
Esperando a Rajoy, crece cada día más la confianza en nuestro futuro.
Carlos Abella y Ramallo
Embajador de España
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