Bruselas

Excesos de Mas

La Razón
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Tanto CiU como ERC y la izquierda radical han decidido utilizar el Congreso y el Senado como cajas de resonancia para su estrategia soberanista, de forma que la campaña electoral catalana gire exclusivamente en torno a ella y queden en un segundo plano las cuestiones económicas, los nuevos recortes y el rescate de Cataluña por Madrid. Si hace 15 días forzaron en la Cámara Baja una votación para que la Generalitat pudiera convocar un referéndum, ayer el debate se trasladó al Senado, donde el presidente del Gobierno y el ministro de Asuntos Exteriores hubieron de responder a varias preguntas de idéntica naturaleza. De entrada, resulta muy elocuente que Rajoy desvelara el tono prepotente de Artur Mas en la entrevista que ambos mantuvieron el 20 de septiembre en La Moncloa sobre un hipotético pacto fiscal. «Estoy dispuesto a hablar y escuchar», dijo el presidente, «porque es lo propio de personas educadas y de un sistema democrático», pero no a ceder ante las imposiciones, alusión directa a la amenaza de Mas de que si su plan no era aceptado, «tendría consecuencias». No parece que éstas sean las mejores formas ni el estilo adecuado de plantear una demanda al presidente de la nación. Resulta preocupante la escalada de enfrentamientos a la que se han lanzado los dirigentes nacionalistas, no sólo contra el Gobierno, sino incluso contra otras comunidades autónomas. Ayer mismo, Mas en el Parlament y un eurodiputado en Bruselas no tuvieron empacho en arremeter contra el AVE a Galicia, que a su juicio detrae fondos que «pertenecen a Cataluña». Peligroso camino éste de los agravios comparativos, que sólo conducen a la crispación social y a trifulcas de aldea. Si esa es la imagen antipática que quiere Mas para Cataluña en el resto de España, está en vías de conseguirlo. Pero deberían ser los propios catalanes quienes le pararan los pies y le pusieran en su sitio. Una senadora de CiU reivindicaba ayer en el Senado el ejemplo de Escocia. Pues bien, deberían aplicárselo y observar el mismo respeto democrático a las leyes que los escoceses, los cuales han actuado de acuerdo a los trámites legalmente establecidos y no han recurrido al enfrentaniento con las otras comunidades del Reino Unido. Si los soberanistas catalanes quieren un nuevo estatus, ya saben cuál es el camino democrático a seguir: propuesta de reforma de la Constitución (aprobada en su día por el 90% de los votantes catalanes) de acuerdo al procedimiento previsto. Es lo que harían los escoceses, que tanta admiración suscitan ahora en la Generalitat, si el Reino Unido tuviera una Constitución como la nuestra. Ante todo, respeto al principio de legalidad. Ni los órdagos ni la falta de consideración a otras autonomías son admisibles en una sociedad madura y democrática. Menos aún cuando la gran preocupación de 47 millones de españoles es salir de la crisis.