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El reto de la herencia envenenada Carlos Rodríguez Braun

El legado socialista
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La coyuntura económica dibuja un inquietante escenario para el nuevo Gobierno de España. Sin embargo, puede que en la tendencia de largo plazo resida el peor legado del socialismo.
No pueden caber dudas de la acusada fase negativa del ciclo que representó la crisis, cuyas primeras señales indudables aparecieron en 2007, aunque antes ya eran más o menos visibles, y que llevó al espectacular derrumbe de la actividad económica en 2009, con caídas récord en Estados Unidos y buena parte de los países europeos. En España, para encontrar una disminución del PIB del entorno del 3,6 % hay que remontarse a los años terribles de la Guerra Civil y la inmediata posguerra.

La gestión del ciclo económico por parte de Smiley y sus secuaces fue mala en sus fases tanto de expansión como de recesión, y nos ha conducido a una débil recuperación en los últimos dos años, a un estancamiento en la actualidad, que hizo que esta semana las autoridades finalmente reconocieran que el PIB no crecerá un 1,3% en 2011, y a una tasa de paro superior al 20% de la población activa.

Es claro, por tanto, que el Gobierno socialista erró gravemente porque aumentó el gasto público más de lo que era conveniente durante la fase de expansión, y, para colmo de males, continuó haciéndolo tras la crisis, al mismo tiempo que se negaba, una vez más, a hacer las reformas estructurales indispensables para incrementar nuestra productividad.

Sin embargo, Smiley podría alegar que este diagnóstico es excesivamente severo. Diría que durante los años expansivos, la Hacienda tuvo superávit, el porcentaje de deuda pública sobre el PIB cayó por debajo del 40%, que tanto en términos de gasto como de deuda y de presión fiscal, España está por debajo de la media europea, en algunos casos muy por debajo, y que, si su Gobierno no hizo reformas para mejorar la economía, al menos no la empeoró. En lo tocante a la política económica, durante el ciclo actual, el Gobierno del PSOE fue malo, pero otros fueron peores.

Si pasamos de las fluctuaciones a las tendencias, en cambio, ya podemos ponderar críticamente la labor de la izquierda con más rigor. En ese campo, en efecto, es mucho más nítido que han sido deficientes.

Podemos dejar aquí de lado los aspectos no económicos, en los que los socialistas han probado su propensión al sectarismo, la división y el hostigamiento a la convivencia entre los españoles. Incluso manteniéndonos en la dimensión estrictamente económica, tanto los hechos como los mensajes socialistas han sido negativos. Desde la subida de gastos e impuestos hasta la prédica constante a favor de la coacción, desde la Ley de Dependencia hasta la intromisión legislativa en numerosos aspectos de la vida económica.
Dirá usted: la defensa del mal llamado Estado del Bienestar, el principal capítulo del gasto público en las economías desarrolladas, es igual en el PSOE que en el PP, así como la tendencia socialista a la coacción y la intrusión. Es verdad, y por eso es su peor legado.