Estreno teatral

Hernán Cortés el violador

La Razón
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El ímpetu programador de Gerard Mortier es tal que rebasa las paredes del Real. En su primera temporada exportará un montaje al Teatro del Canal y otro a la Caja Mágica. Ayer se estrenó el primero, «Montezuma», y su elección no fue caprichosa: a falta de un repertorio español consolidado, el gestor belga rebaña en nuestra historia y literatura motivos para darle unidad a sus temporadas.

 

El montaje aterrizó en Madrid cuando aún era visible en Edimburgo la polvareda que levantó este verano. No faltan escenas que atraigan la atención del público desde el primer aria de Montezuma (el contralto Flavio Oliver), con taparrabos, en cuclillas y luciendo pectoral. Si bien el libreto resulta un tanto maniqueísta (el autor es Federico II de Prusia, y la Ilustración, el concepto del buen salvaje... obligaban), la dirección escénica carga con todo contra Hernán Cortés (Popescu) y su tropa. Envuelto por un extraño equilibrio entre los atuendos de la época y un vestuario actual, la opresión colonialista se deja sentir desde la primera visita de Pánfilo de Narváez, segundo de Cortés, a la corte del monarca azteca, por cierto, acompañado de un perro cuyos ladridos hacen en ocasiones inaudible su canto.

Narváez acosa con un palo, a modo de miembro, a la prometida de Montezuma, sólo unos minutos antes de que el propio Hernán Cortés cabalgue sobre el monarca mexicano, ataviado con dos sombreros charros, donde puede leerse «Viva México. Cabrones», y posteriormente le sodomice, para más humillación de los colonizados, que reivindican con una pancarta «Tierra y libertad». Tras el descanso, la Orquesta, el Concerto Elyma, se despoja de sus galas y viste de vaqueros, bermudas y chanclas en el escenario. También los protagonistas lucen una indumentaria actual. Poco antes del final, otra de las apuestas más arriesgadas del «regista»: Pánfilo despoja a los indios de sus botellas de agua y les introduce entre las piernas una Coca-Cola.


El público, más heterogéneo de lo habitual en el Real, no en vano las entradas costaban entre 30 y 70 euros, aplaudió entusiasmado.