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Lorenzo Santamaría: «Envejecer es vivir con miedo»

Lorenzo Santamaría: «Envejecer es vivir con miedo»
Lorenzo Santamaría: «Envejecer es vivir con miedo»larazon

Los años 60, recién estrenada la juventud, no fueron tan duros para Lorenzo como para los que corrían en los campus delante de los grises. Maduró en el ambiente liberal de los hippies: era hippie en Mallorca, su tierra, cuando la noche no acababa nunca y recogía flores de los jardines para luego echárselas a las chicas mientras cantaba. Paz y amor, nena. Haz el amor y no la guerra, nena. El buen rollito con aroma a porro y mar, el dulce paganismo de «Hair», lejos de la noche sombría de El Pardo.
–Fui hippie, pero ya no, claro, ya me gustaría –me cuenta–. Sería volver a vivir sin tantos problemas, sin tantas facturas, sin tanto lío, porque en el fondo ser hippie era vivir con poca cosa. Intento a veces llevar mi vida por ahí, pero a mi edad... El consumo nos puede.
–Empezó en el rock. ¿Por aquello de que los viejos rockeros nunca mueren?
–Eso se decía, pero luego descubres que palman como todo el mundo. Me gustaba el rock duro. Y me sigue gustando la música con caña.
–Un tipo duro, ¿eh?
–No, qué va, soy más blandengue que...
–Pero en seguida traicionó al rock con las baladas románticas.
–Siempre he tenido esa sensación, sí. Entré en Emi-Odeón, y cuando entras en una discográfica, dirigen tu carrera. Ellos mandan. En esta vida, casi nunca haces lo que quieres. Eso me pasó, que me dirigieron.
–Y en el 76 llegó su gran éxito: «Para que no me olvides»...
–Fue un éxito trabajado, porque antes había cantado varias baladas que funcionaron. Ésta pegó muy fuerte porque puede emocionar no sólo al enamorado, sino a todos los que quieren a alguien, es universal.
Ese año recibió el premio al artista más contratado, «en un año hice 150 actuaciones en diferentes ciudades, y en coche». Pero tenía el diablo de la cazadora de cuero negro dentro del cuerpo y en el 78 grabó «Quiero ser una estrella del rock», que sonaba a grito rebelde y perdido en el aire, a anhelo imposible, porque eso, una estrella del rock, es lo que Lorenzo quiso ser siempre y no fue. No tuvo éxito el disco.
–¿Un rockero frustrado?
–Un poco, sí. Me consuelo con mis actuaciones en directo. Yo pensaba como un rockero, vivía como un rockero, ya sabe, esa vida informal, aventurera y un poco golfa, pero no pudo ser. El rock no vendía discos.
–Luego se aleja de la música unos años para probar suerte en el cine...
–Sí, hice «Viva, muera, Don Juan», de Tomás Aznar, por ejemplo.
–Fue un donjuán,¿eh?
–No, un donjuán no, porque aunque triunfaba mucho con las mujeres, eran ellas las que me ligaban a mí. Son ellas las que te ligan, y los que dicen otra cosa es que no entienden de esto.
No hace planes de futuro, vive al día. Pero hubo un tiempo en el que fue insistente: en el 95 grabó «Corazón de rock and roll», su último alarido inconformista y aventurero. Le digo que su cara de ahora, a los 66, está entre el Boss y Tom Jones, y me dice que su físico nunca le ha preocupado, «me veo todos los días en el espejo y no sé a quién me parezco, eso es cosa del que mira; del Boss me gustaría tener su pasta y sus conciertos, pero llega un momento en que uno quiere ser sólo lo que es, se conforma con lo que es; ya no se puede cambiar», añade el hippie-rockero-baladista-actor.
–El año pasado hizo un musical con Dagoll Dagom...
–Disfruté mucho, estaba cómodo. En el escenario yo me siento como en mi casa, pero antes de salir me cago en los pantalones. Luego me crezco.
–Y este año, su último disco: «Piel de gallina». ¿Quién le pone la piel de gallina?
–Ray Charles. Lloraba viéndolo.
No es nostálgico, pero vive de la nostalgia. Lleva unos 16 años cantando con Jeanette, Tony Ronald y Micky en el espectáculo «Míticos». Tienen mucho éxito: «Es que ponemos en el escenario 25 grandes éxitos, por lo menos, con diferentes voces y estilos; me gusta, hago mi poco de rock y nos llevamos los cuatro muy bien, somos amigos». Lorenzo vive al día, «perdí mucho dinero hace 15 años con una discoteca; no entendía de negocios y me fue muy mal». Tiene mujer, dos hijas y una perra, Luna.
–¿Y qué tal envejece?
–Me cabrea mucho envejecer, pero mucho, me sube la mala leche. Estoy bastante bien por fuera, pero la procesión va por dentro. Envejecer es estar siempre de análisis, chequeos, pensando que si te pica el trasero a lo peor es el jodido cáncer de colon, que si te sube el azúcar es la diabetes... Envejecer, amigo, es vivir con miedo. Y lo peor no es morirse, es la degradación. Y la cosa no tiene arreglo, ¿eh? Eso me cabrea mucho, sí.