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Algo sigue fallando

La Razón
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Cuando alguien no quiere reinsertarse es imposible convencerle. Da igual que sea menor de edad o que tenga setenta años. Hay que defender la reinserción y las segundas oportunidades pero también hay que habilitar soluciones en el sistema para los delincuentes multireincidentes que demuestran constantemente que no tienen el más mínimo interés por dejar de serlo. Nadie dice que por robar una furgoneta le tenga que caer la perpetua. Pero estamos jugando con fuego: lo último es una detención en Alcorcón al mejor estilo de guión de Perros Callejeros. Un guión que empezó a escribir él mismo en 2003 cuando acabó, en compañía de otros, con la vida de Sandra Palo. Pero si en lugar de una nueva muesca en el historial delictivo de El Rafita estuviéramos hablando, por poner un ejemplo, de una persecución que acaba mal y con la vida de algún agente seguramente todos lamentaríamos no haber hecho algo antes.
¿Cuántas oportunidades ha recibido El Rafita? ¿cuántas nuevas ocasiones por encima de la media en forma de piso de protección, formación profesional y otras facilidades le ha dado la sociedad madrileña y española y él, una a una, las ha ido rechazando? ¿Cuántos guantazos más necesita el sistema para darse cuenta de que algo sigue fallando en casos puntuales como este y de que no podemos seguir así? Ahora ya no se trata de un menor ni de un periodo de libertad vigilada: se trata de un delincuente obsesivo y reincidente que sigue coqueteando con el lado salvaje donde se encuentra mucho más cómodo sin mostrar el más mínimo arrepentimiento por todo un historial del que presume como un fanfarrón.
Y todo esto sin hablar de la sensación demoledora que debe invadir a los policías que una y otra vez le detienen y ven casi en tiempo real como se cumple ese precepto de «entra por una puerta y sale por otra». Hoy es un vehículo, mañana puede ser otra cosa o tener otro final mucho más trágico. Todavía estamos a tiempo.